domingo, 16 de julio de 2023

El Escudo de Hugo, de Saray Ramírez

La luz es la mano izquierda de la oscuridad, y la oscuridad es la mano derecha de la luz; las dos son una, vida y muerte, juntas como amantes (U.K. Le Guin)
Ying y yang. Flor y espina. Fuego y agua. Tempestad y calma. Somos complejos seres poliédricos y, en la mayoría de ocasiones, incomprensibles a nuestro singular entendimiento. Nacemos criaturas híbridas y habitamos la frontera perpetua entre el cielo y el infierno. Algún dios Hacedor nos insufló la vida tras conseguir la mezcla idónea de luz y de sombra. Es justo en el equilibrio donde reside nuestra esencia. Sin embargo, ¿qué sucede si algún factor externo —o interno— desestabiliza la proporción y no hay claridad que matice nuestra pulsión más luctuosa? ¿O es que somos capaces de venir al mundo con un extra de mezquindad? Quizá no encontremos las respuestas, o quizá tengamos que preguntarle a la autora de la novela cuya última página acabo de concluir.
En El Escudo de Hugo (2019), otra muestra más de que autopublicación y calidad no están reñidas, Saray Ramírez realiza una perturbadora, perfecta y pormenorizada radiografía de los límites —o la ausencia de ellos— tanto de la maldad humana como de nuestra exacerbada tendencia a la autodestrucción. En la primera página de este thriller negro negrísimo, el lector aterriza en la infancia de Hugo Hidalgo y en el suceso que le marcó a sus 10 años (¿o venía ya así de fábrica?). El detective Francisco Moreno cerrará un caso, pero en falso, pues los ojos de aquel niño se instalarán en su memoria para atormentarlo con aterradoras pesadillas. Treinta años después, el Sr. Hugo Hidalgo se habrá convertido en un hombre de bien, afamado cirujano, amante esposo y ejemplar padre de una criatura. No obstante, en su interior alberga un secreto oscuro, macabro y terrible que le llevará a congraciarse con Mijaíl Solóviov —un pintor ruso con cierto desorden mental que milita en el bando de los parias— con el objetivo de manipularlo y hacerlo ingresar en su plan semestral de cacerías letales. Tres chicas pagarán las funestas consecuencias de los abyectos designios del cirujano, y Fernando Moreno, hijo y heredero del detective de las primeras escenas, se verá sobrepasado por la responsabilidad de dirigir una investigación de tal calibre. ¿Conseguirá Hugo Hidalgo salirse con la suya y convertir a Mijaíl en su hermano "de sangre"? ¿Cómo acogerá la crítica el trazo de la muerte en un lienzo desquiciado?
Con una prosa magnífica, un lenguaje cuidado y una gran riqueza de léxico, Saray Ramírez, en El Escudo de Hugo, engrana con maestría las piezas de una historia sólida y potentísima cuyo mayor acierto (sin restar peso al argumento, por supuesto) es la soberbia construcción de los personajes y el ahondamiento en sus psiques. Aborrecer a un personaje significa que este está excelentemente diseñado, y esta lectora ha llegado a odiar al psicópata sádico y narcisista de Hugo Hidalgo, y a compadecerse —como si fuera una persona real y no un personaje de novela— de Mijaíl el pintor. La exploración de la mente humana, de las relaciones familiares y del concepto del amor parecen ser los puntos fuertes de una autora que, al parecer, ha llegado para quedarse en el palco de honor de Libridinosum. 

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