jueves, 20 de octubre de 2022

Morir no es lo que más duele, Inés Plana

Son ya tantos los títulos que tengo pendientes de leer que empezaban a agobiarme un poco, por lo que ha sido necesario establecer una estrategia en cuanto a cómo gestionarlos. Ahora el mundo se divide en dos grupos: las obras que compré en Cartagena Negra desde 2020, y el resto. Me he propuesto leer alternando ambos grupos, a ver si así... El primer reto de esta nueva forma de leer ha sido la periodista barbastrense Inés Plana y su debut como novelista, titulado Morir no es lo que más duele (Espasa, 2018), y no ha sido un mal comienzo.

En Morir no es lo que más duele, el lector va a encontrarse casi de bruces con el cadáver de un hombre ahorcado al que le han arrancado los ojos. En uno de sus bolsillos, un papel con un nombre escrito: Sara Azcárraga, y una dirección. La susodicha es una mujer de unos cuarenta años y un perfil principalmente ermitaño. Trabaja a distancia como correctora editorial, vive sola con la única amistad de una botella de vodka, no se relaciona con nadie y, por supuesto, no tiene ni idea de por qué su nombre y su dirección han aparecido en los bolsillos del finado. El teniente Julián Tresser y el cabo Coira, de la Guardia Civil, lo van a tener muy complicado en la investigación del caso, que arroja muy pocas pistas y una multitud de enigmas. Conforme van tirando de los pocos hilos de los que se puede tirar, irán descubriendo ciertos hechos del pasado que contribuirán tanto a esclarecer las causas y la autoría del crimen como a desatar el infierno más truculento en la vida de algunos de los personajes.

Con un lenguaje sencillo y vibrante, Inés Plana se estrena en el género de la novela negra con una historia que iguala la relevancia de los personajes a la de la trama. En las más de cuatrocientas páginas durante las cuales se desarrolla la obra, el lector podrá apreciar el marcado carácter de los protagonistas y arderá en deseos de saber más sobre ellos y sobre sus vidas (bastante tormentosas, como no). Ese carácter marcado de los personajes contrastará por completo con el entorno impersonal donde los sitúa: la sierra del noroeste de Madrid, donde en las últimas décadas han proliferado urbanizaciones iguales las unas a las otras donde los vecinos apenas alcanzan a saber que lo son.  Además, estructura la obra en capítulos de longitud considerable narrados en tercera persona y que podrían (creo) clasificarse en dos fases: la primera conduce al lector a descubrir la identidad del asesino, mientras que la segunda le desvela los cómos y los porqués. Sin linealidad en la trama, el lector se verá obligado a bucear en aguas lodosas para comprenderlos. Y ya no les canso más. Si gustan, ya saben: léanla. 

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