Vuelvo, sí, aunque mientras estoy escribiendo estas letras me cueste creérmelo. Y vuelvo con nada más y nada menos que con otra de mis debilidades literarias: los vampiros. Entre manuscritos innombrables y otros menos, he pasado el verano leyendo The vampire archive (El archivo vampiro), una antología de relatos vampíricos en lengua inglesa editada por Otto Penzler (una autoridad en la materia) y publicada en 2009 por la británica Quercus. Debí comprarla por el año 2010 con poco criterio, puesto que el formato es pesado e incomodísimo. Suerte que gran parte del contenido ha hecho que merezca la pena el esfuerzo, aunque no le perdono no haber podido llevármelo a la cama.
1064 páginas (a las que hay que añadir otras pocas más de referencias bibliográficas) y 85 piezas constituyen la tentadora selección de Otto Penzler para explorar los distintos enfoques de la literatura vampírica. En primer lugar, os diré que casi todo lo que creáis saber sobre los vampiros es cierto. O no. Tratar de entender el mito del vampirismo sería equiparable a intentar comprender el concepto de Dios. Todo depende de la cultura, de la época y de la capacidad imaginativa y credulidad individual. En el mundo occidental contemporáneo, el concepto de vampiro que aceptamos coincide con el personaje de la novela icónica victoriana de Bram Stoker: Drácula. Para la mayoría de lectores y cinéfilos, un vampiro es una criatura inmortal que bebe sangre y ostenta poderes sobrenaturales, capaz de adoptar otras formas presentes en la naturaleza: murciélago, lobo, o algún otro animal. Duerme durante las horas diurnas, normalmente en un ataúd o una tumba, y se despierta al anochecer para dar caza a sus víctimas mordiéndoles el cuello. Hasta ahí ya lo sabíais, ¿verdad? Pues yo he estado indagando sobre el mito del vampirismo, y soy consciente de que ni en dos vidas podría empaparme de todo... Si nos centramos en el campo de la literatura, si bien es cierto que Drácula es la historia de vampiros más conocida, no es la primera, pues fue antecedida por El vampiro de John Polidori en 1816, aunque lamentablemente su lectura no suele ser habitual en estos días.
En El archivo vampiro, Otto Penzler selecciona multitud de relatos en la línea de Drácula y el vampiro de Polidori: criaturas de la noche escondidas en castillos, panteones o sepulturas que atacan a nuestros pobres e incautos protagonistas. Abundan también las femmes fatales, hermosas, hermosísimas, que seducen a sus víctimas para luego hincarles el diente. Aunque la mayoría de las piezas son en prosa, también inspiró la figura del vampiro poemas como, por ejemplo, "La novia de Corinto" de Goethe, "El Giaour" de Lord Byron (de corte oriental) y "La bella dama sin piedad: una balada", de John Keats. De entre todos los relatos, mi favorito es, sin duda, "Carmilla" (1870) de Sheridan Le Fanu, protagonizado por una vampiresa lesbiana con la habilidad de convertise en un gato gigante (me encanta imaginar cómo debió de escandalizar en su día a los lectores victorianos). Tampoco son nada desdeñable las contribuciones a la antología del propio Bram Stoker, de Lovecraft, D. H. Lawrence, Zelazny, Harlan Ellison, Clive Barker, Anne Rice o incluso Stephen King, entre muchos otros, más o menos conocidos. Destacaría el enfoque metafísico de E. A. Poe y su hermosa "Ligeia". O el personaje atrapado en la narrativa de un libro maldito encontrado al azar en la estantería de un anticuario ("Revelaciones en negro", de Carl Jacobi). O la tensión, el miedo y la locura que desprenden las páginas de "El horror del Castillo de Chilton", de Joseph Payne Brennan. Quizá también la intriga omnipresente en "La habitación de la torre" de E. F. Benson. Y el vampirismo psíquico en "El parásito" de Arthur Conan Doyle. Incluso nuestro apreciado Sherlock Holmes y su insuperable Watson se asoman a nuestra antología para investigar un peculiar caso de vampirismo ("La aventura del vampiro de Sussex" , Conan Doyle). Como original, señalaría "La historia de Chugoro", de Lafcadio Hearn, en la que una bella vampiresa (para variar), que resulta ser una mujer rana, arrastra cada noche a du presa bajo las aguas de un gran río.
Podría seguir escribiendo, pues la mayoría de piezas de la antología han resultado más que interesantes, pero como ni vosotros ni yo somos inmortales (¡maldición!), lo dejaré aquí por ahora. Quien sabe si continúe otro día. Ya saben, si les interesa, pasen y lean, pero sean más inteligentes que yo al elegir el formato.
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