Ya dijo Konrad Adenauer que "la suerte es una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la espera". No precisó el alemán si se trataba de la buena o de la mala, así que asumiremos que tenía ambas en mente al pronunciar la célebre frase. Nunca sabremos quién dispara la certera saeta –impregnada de miel o de hiel– que nos altera la sustancia de los días de modos que ni nos acercábamos a sospechar, pero a muchos nos encantaría ponerle rostro... Que se lo pregunten si no a los personajes de la última novela de Pablo de Aguilar González.
Cuestión de suerte, así se titula, y fue publicada en julio de 2021 por Ediciones Dokusou. En sus algo más de 160 páginas (se lee prácticamente de una sentada), Pablo de Aguilar González vuelve a sorprenderme con su forma de hacer magia en la construcción de personajes. Un camello de poca monta y seso ligero, un millonario incapaz de comprar con dinero lo que más anhela, un estafador que siempre se creyó una estrella, una ninfómana con voluntad de rehabilitación, un técnico de ascensores que nada entre dos aguas y un amor de juventud que escribe su teléfono en una servilleta. Dispares, sí, pero conectados entre sí de formas insólitas, son vapuleados por golpes de suerte (de la buena y de la mala) hasta concurrir en el escenario de un hotel aguardando el momento del clímax (y vaya clímax). Antihéroes perfectamente dibujados en sus presentes que adquieren profundidad psicológica al mirar al pasado. Personajes "con el estómago lleno de secretos y, por ende, el esófago de mentiras", como bien afirma Pedro Martí en el prólogo. Almas en quiebra que buscan la redención. ¿Lograrán encontrarla? Tendrán que leer para averiguarlo.
Una vez más, me complace reconocer la forma de escribir de Pablo de Aguilar –inconfundible cuando has leído varias de sus obras– en cada una de sus páginas, esa melodía que consigue con repeticiones estratégicas que aún tengo dando vueltas por la cabeza. Desde luego, suerte la mía por haberlo leído.
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