jueves, 6 de enero de 2022

Grandes minicuentos fantásticos, de VV. AA.

Cuando se despierta del sueño de las vacaciones y se ha de volver a una realidad más bien gris y anodina, se necesitan grandes dosis de literatura y de fantasía para evitar la caída –posiblemente mortal– en el abismo sin fondo de un lunes eterno que solo da paso al cruel martes. Hay obras que, si bien son incapaces de impedir el involuntario descenso, lo amortiguan, poniendo a punto nuestras alas invisibles, o prestándonos unas en caso de carecer de ellas. El caso es que nuestra imaginación alce el vuelo y ya no haya nada que la sujete al sustrato lodoso de la rutina. Así me ha ocurrido a mí con Grandes minicuentos fantásticos, publicada por Alfaguara en el año 2005.

Esta antología, compilada por Benito Arias García, recoge una selección de textos breves (o brevísimos) escritos desde el s. XVIII al s. XX, clasificados por orden cronológico de escritura o edición y agrupados por temas. Entre los autores que Arias García selecciona para la obra encontramos nombres archiconocidos como el maestro Augusto Monterroso, Julio Cortázar, Muñoz Molina o el inigualable Ramón Gómez de la Serna, y otros menos conocidos (al menos, por esta lectora). La mayoría de ellos son hispanohablantes, lo que en parte demuestra la supremacía de los centroamericanos en el microrrelato, aunque también hay contribuciones de Max Aub, Paul Auster, Michael Ende, Frederic Brown y R. L. Stevenson, entre otros. Las diversas temáticas tienden indefectiblemente al misterio, al terror, a lo maravilloso o a lo insólito (y al escribir esto no puedo evitar pensar en uno de mis autores favoritos, Manuel Moyano; seguro que algunos de los textos le hubieran encantado). Dios contra el diablo, o la supuesta batalla sempiterna entre el bien y el mal, mitología y folklore, fantasmas, muertos, la parca, metamorfosis, seres y situaciones terroríficas, objetos y criaturas mágicas, doppelgängers, sueños y poderes mágicos, son los elementos habituales que el lector encontrará entre las páginas de Grandes Minicuentos Fantásticos.

Como en toda antología, hay piezas que son verdaderas joyas, otras que son simplemente correctas y otras que... mejor olvidarlas. Como es imposible hablar en esta entrada de todas y cada una de ellas, o siquiera de algunas cuantas sin que esto se haga eterno y aburrido, les diré que he disfrutado como una niña con la genialidad de Ramón Gómez de la Serna (¡qué imágenes es capaz de crear este autor!), con los textos de Juan José Millás o Fernando Iwasaki, con las Propiedades de un sillón de Julio Cortázar y con las brevísimas letras del mejicano José Emilio Pacheco (todo un descubrimiento, la verdad). Como conclusión, podría decir que cada vez me gusta más el género del microrrelato (tantas veces y por tantos denostado), pues la fantasía y las posibilidades de la imaginación nadan en él como peces en el agua, y que, la creatividad (y, en ocasiones, la genialidad) precisan de poco espacio. Si desean desconectar un rato del suelo que pisan, pasen y lean. 

1 comentario:

  1. Los buenos microrrelatos son un placer que siempre embriaga. A mí, por lo menos.

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