lunes, 17 de mayo de 2021

El experimento Wolberg, Manuel Moyano

Dicen que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Sin embargo, no suelo estar yo muy de acuerdo con esa máxima, y mucho menos en lo que a placeres se refiere. Y leer a Manuel Moyano es, lo mire uno por donde lo mire, un verdadero gozo. Por lo tanto, no me hubiese importado lo más mínimo que El experimento Wolberg (Editorial Menoscuarto, 2008) hubiera continuado durante un par de cientos de páginas más, pues ratifica, una vez más, la calidad literaria  con la que este autor agasaja en cada una de sus obras a los lectores.

El experimento Wolberg nos trae de vuelta la  maravillosa ficción de Moyano, en forma de ocho relatos que, aun concebidos con el mundo real como sustrato, abrazan con entusiasmo la injerencia de lo irreal, de lo excepcional, de lo surrealista, arrojando como resultado composiciones armónicas y  bien proporcionadas. Manuel Moyano refleja en sus relatos la condición humana, sus ansias de fortuna, de gloria, de excelsitud, y la ineluctable miseria que conlleva el fin del sueño, el golpe de realidad. Encontramos entre sus páginas a individuos abocados, de una forma u otra, a la tragedia: hombres corrientes que reciben las dádivas de la diosa Fortuna y a continuación experimentan los más crueles de sus reveses. Protecciones milagrosas que dejan en la boca un regusto amargo, malos augurios convertidos en realidad, abducciones que ponen en riesgo trayectorias políticas, coincidencias insólitas que deparan a ciertos personajes futuros prometedores con resultados nefastos, minutos de gloria sustentados por la más abyecta de las mentiras.

Un catálogo de fatalidades salpimentadas por pinceladas del humor tan característico de Manuel Moyano.Ocho relatos deslumbrantes donde la paradoja y la ironía (ya lo dijo en "Bazar", broche final de La memoria de la especie: «La ironía es el humor de los tristes») se alían para dejar flotando en el ambiente el aroma dulzón de la tristeza junto a la posibilidad de continuar imaginando, obra, sin lugar a dudas, de un narrador a todas luces fabuloso.

2 comentarios:

  1. "Abrazan con entusiasmo la injerencia de lo irreal". Cómo decirlo mejor. Es exactamente eso. ¡Enhorabuena!

    ResponderEliminar

Mientras cae la lluvia, de Teresa Pérez Landa

Lluvia y amor son hijos de la misma madre. Ambos son melancolía. Ambos son inevitables. Ambos pueden calarnos hasta los huesos e...