viernes, 2 de abril de 2021

El amigo de Kafka, Manuel Moyano


 Quienes entraban por primera vez en la pensión Malabo no podían evitar un sobresalto mayúsculo al descubrir a un negro descomunal tirado en el suelo.

Con estas palabras cargadas de intriga comienza “El amigo de Kafka”, cuento que da título a la colección de doce relatos escritos por Manuel Moyano, publicada por la editorial Pre-Textos en 2001. Me crucé por primera vez con el nombre de este autor, si la memoria de los apuntes de mi agenda no falla, el 14 de abril de 2020, fecha en la que Rubén Castillo (gracias, siempre gracias) publica en Librario Intimo la reseña de esta misma obra. Lo anoté en mi interminable “lista de autores y lecturas que abordar en cuanto se pueda”. Algo más de siete meses después, a finales de noviembre, volví a encontrarme con su nombre en las páginas de Palabras y café con escritores, de Pascual García (mil millones de gracias). Subrayé su nombre en rojo: si los grandes maestros escribían así sobre él, sin duda merecería la pena. Otros cuatro meses he necesitado para llegar hasta él, y hoy me siento un poco más feliz por haberlo hecho al fin, por haber podido gozar de una obra que ya desde el primer párrafo me pareció fascinante y por haber descubierto que los grandes maestros nunca mienten.

Las tramas y caracteres de sus relatos (cada cual más asombroso), derivadas probablemente de la mitología y/o de antiguas leyendas, cautivan al lector desde el instante en que posa los ojos en sus primeras palabras: los extraños sucesos acaecidos en la pensión Malabo, «un invernadero en el que se criaban las flores más raras», en los que se ven envueltos un estudiante, una enigmática criatura y ciertos rituales exóticos de algún rincón del África negra; las notas adhesivas mediante las cuales se comunican los Brufmann, una pareja sumida en el silencio tras la pérdida de su único vástago; el enigma insondable de la concepción, existencia y posterior desaparición del joven Ginés, el «hijo de las aguas»; el insólito encuentro de un hijo con el alma del padre, venida del más allá, y sus fatales consecuencias; el mágico y sorprendente descubrimiento de un hombre bajo el hielo de un lago (o el indescifrable misterio del círculo de la vida); un secreto que debe ser guardado, un escritor cuya identidad jamás debe salir a la luz; la singular sublimación de Monsieur Jouvet; la impotencia de Brenes ante la situación (surrealista del todo) en la que se encuentra; las cómicas lágrimas de culebrón de Paquita; el particular ocaso de Liberman-Vogl; una historia de amor explosiva protagonizada por la extraordinaria Selma Haakonsson; y, por último, la mente destrozada de un soldado que vuelve de la guerra para no ser más que un intruso en su propio hogar.

Serán sus argumentos originales, su lenguaje pulcro y su prosa ágil, su descripción minuciosa de escenas y situaciones. Será su variopinto elenco de personajes inquietantes (bizarros, excéntricos, extravagantes, marginales incluso). Será su universo donde lo misterioso se alía con lo prosaico, donde los sobresaltos y las sorpresas están a la orden del día. Serán sus toques de humor que provocan en el lector una carcajada inesperada. Será lo que sea, pero sus historias atrapan con la eficacia de la telaraña de un arácnido famélico.

Si hay algo que me gusta en prácticamente todos los aspectos de mi vida es que me sorprendan (siempre en positivo, por supuesto), y los relatos de Manuel Moyano lo han conseguido sin duda. Pocas cosas más placenteras a nivel literario que descubrir de repente que estoy leyendo con los ojos muy abiertos y aferrándome al libro como si nada más existiese en el mundo.



2 comentarios:

  1. Me alegro de haberte abierto esta puerta. Es un narrador colosal. Te va a dejar con la boca abierta.

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  2. Interesante. Cuando yo esté fuera de Venezuela buscaré para leer el libro. No llegan muchos libros aquí, porque no tenemos dinero ni para comer.

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