Soy un ser tremendamente visceral, cosa que se trasluce habitualmente en mis reseñas. La emoción es parte intrínseca de todo lo que hago, pero hay ocasiones en que inevitablemente se eleva a la enésima potencia. Y esta es una de ellas. Haber acompañado a un autor desde sus inicios , ver cómo crece y cómo da ese salto con el que muchos sueñan deja una sensación calentita en el pecho que no puede describirse bien con palabras. Cuando leí a Pedro Martí por primera vez en La pieza invisible, supe de inmediato que tenía madera de autor de primera. Me fascinó su César Giralt y su forma de adentrarnos en la psique del monstruo. Con Donde lloran los demonios, subió un escalón en términos literarios, manteniendo su voz y su esencia. Ahora, con la novela que acabo de terminar, el autor se afianza como una promesa del thriller en el panorama nacional, una promesa que espero sinceramente que se siga cumpliendo con el paso del tiempo. Tuve la fortuna de leerla como borrador y, aunque ha cambiado un poquito, esta segunda lectura la he disfrutado y la he sufrido tanto o más que aquella primera. Una novela desgarradora de personas y piezas que no encajan en ningún puzle ordinario, de más lagrimas que sonrisas, y de una calidad literaria indudable.
En La mala hija (Destino, 2025), Pedro Martí ambienta la trama en su Almansa natal, una población de apariencia apacible pero donde a veces sí pasan cosas, convirtiéndola en epicentro y personaje de una historia compleja y oscura que destila dolor por los cuatro costados. Su personaje central, Alma Ortega, reservada y meticulosa hasta extremos sorprendentes, es capitán de la UCO y debe trasladarse desde Madrid a la Almansa que la vio nacer para hacerse cargo de una investigación en la que la Guardia Civil local no avanza. La capitán Ortega no pasa precisamente por su mejor momento, ni profesional ni personal, pero debe regresar a su origen para encontrar a Belén Villalba, modélica hija de un conocido empresario almanseño de la industria del calzado, desaparecida sin dejar rastro una fría noche de enero. Allí deberá trabajar como superior de su hermana mayor, la teniente Paula Villaescusa, lo que resultará harto complicado pues su relación está marcada por un pasado de demonios y heridas de las que no se cierran jamás. Adolescentes que mienten, adultos expertos en guardar secretos, y Belén Villalba que no aparece. Sus pesquisas la llevarán a conocer a Irene Ródenas, mejor amiga de la desaparecida y experta hacker de condición muy particular (vamos, una Lisbeth Salander adolescente y manchega).Para colmo, otro expatriado almanseño, de nombre Diego Castillo y de profesión periodista en paro, se inmiscuirá en la investigación para intentar sacar tajada a nivel familiar y laboral. Las cosas se complicarán aún más cuando... Ja, ¿no pensaréis que os lo voy a contar, verdad? Si os ha picado el gusanillo de la curiosidad, ya sabéis lo que tenéis que hacer.
Con una prosa impecable y un estilo directo y perfecto en los cambios de registro, Pedro Martí ofrece al lector en La mala hija un oscuro rompecabezas de familias rotas, de apariencias engañosas, de almas (y nunca mejor dicho, pues la protagonista le hace todo el honor a su nombre) desportilladas y de futuros truncados por el pasado y sus demonios insaciables. Sus personajes son profundamente complejos y verosímiles, llenos de aristas que los sitúan constantemente a un lado y al otro de fronteras éticas y morales. Alma Ortega es un personaje extraordinario, genuina en muchos aspectos. Algunos de ellos están habilidosamente construidos para ser comprendidos y detestados a partes iguales, y hay diálogos que duelen como un pellizco traicionero en el costado. La figura de Irene Ródenas es una maravilla (vamos, que me "putoencanta"), y espero verla en páginas futuras. Pedro Martí hace también un gran trabajo con la ambientación, convirtiendo esa almansa invernal, sus calles y su frío inmisericorde, en compañeros silenciosos que apoyan sin duda la tensión, la intriga y el suspense que pueblan la novela de principio a fin. No tendré que decir ya que la recomiendo, ¿cierto?