domingo, 27 de octubre de 2024

Bajo la bruma del silencio, de Miguel Santos


En ocasiones la vida es solo ese monótono transcurrir de momentos y situaciones tan parecidos entre sí que se confunden entre ellos y con el gris plomizo que viste el cielo algunas mañanas de otoño. Con cierta desgana nos dejamos mecer por la rutina, respiramos y vivimos, sin percatarnos de lo valioso de cada uno de esos momentos cotidianos. Dice la sabiduría popular que no valoramos lo que tenemos hasta que lo perdemos, y qué cierto es a veces. Tienen que irrumpir en nuestras vidas la debacle, el dolor, el adiós o el miedo, marcando un hito en nuestra memoria, para que nuestros ojos se abran de verdad y comprendamos el valor de lo esencial. Preguntadle si no a los supervivientes de una tragedia si no cambiarían todo lo que tienen por regresar a esa tan denostada a veces normalidad. Y si hablamos de tragedia, dejando aparte las ignominiosas guerras, los primeros puestos del ránking del dolor y la desgracia están sin duda copados por las catástrofes naturales. La novela que acabo de terminar trata precisamente de uno de esos cataclismos, relatado desde el punto de vista de dos personajes muy distintos entre sí pero cuyas voces quedan irremediablemente hermanadas por el mero hecho de haber sobrevivido a la hecatombe. 

En Bajo la bruma del silencio (Knowmadas Books, 2024), Miguel Santos sitúa al lector en 1970 en la localidad peruana de Santo Domingo de Yungay, a casi dos mil quinientos metros de altura sobre el nivel del mar. El último día de mayo de aquel año, la pequeña población se prepara para vivir un evento inolvidablemente festivo: por primera vez un circo, el circo Berolina, levanta su carpa en el lugar. En las semanas y los días previos, se respira en la localidad un ambiente agitado, que conocemos gracias a la voz de la niña Ariela. Mientras, a más de 400 kilómetros de allí, en Lima, Armando Peña recibe una oferta para que el payaso Cucharita vuelva a hacer reír al público bajo la carpa del circo Berolina, que acepta de buen grado tanto por vocación como por posible solución a sus problemas económicos. Sin embargo, el domingo 31 de mayo de 1970, día fijado para la inauguración, será recordado por motivos lamentablemente bien distintos: a las 15:23, un seísmo de magnitud 7.9 en la escala Richter, con epicentro en el mar de Áncash, sembraría el caos y la destrucción en esta región y en algunas otras colindantes, dejando un indecente número de víctimas. Además, el terremoto originó el desprendimiento de uno de los picos de la montaña Huascarán, sepultando en minutos la población de Yungay bajo un alud de fango y piedra. La primera función del circo estaba a punto de comenzar, y Armando, el payaso Cucharita, deberá dar lo mejor de sí mismo para salvar a los trescientos niños y algún adulto que en ese instante aguardaban el gran momento bajo la carpa, dirigiéndolos a un cerro cercano e intentando allí que la tragedia no golpeara a los más pequeños con toda su fuerza. En el otro extremo del pueblo, han sobrevivido quienes buscaron refugio en el cementerio, entre los que se encuentra Ariela, que misteriosamente se despierta allí tras haber sido arrollada por la histérica estampida de quienes trataban de escapar del alud, acompañada por una enigmática figura que la cuida y la reconforta. En uno y otro emplazamiento el lector será testigo de la desolación, del dolor y el miedo, pero también de la esperanza que suele acompañarlos.

A caballo entre la realidad y la ficción, con un toque incluso de realismo mágico, Miguel Santos y Knowmadas Books nos ofrecen en Bajo la bruma del silencio la historia emotiva, sin deleitarse en lo escabroso, de los supervivientes de una de las mayores tragedias acaecidas en tierras peruanas. Una historia de supervivencia y sufrimiento donde tiene cabida la luz de la esperanza. Un relato con un final sorprendente y unas últimas páginas que dejan en las yemas de los dedos el cálido tacto de la inocencia. Aquí os dejo un par de frases de la novela que me han encantado:

La magia es como el amor, hay que creer en ella para que funcione. Ese es el único secreto. (p. 223)

...el peor horror con el que alguien puede convivir es, con diferencia, el provocado por la incertidumbre. Es esa sensación que se gesta en tu interior y de manera silenciosa te consume, te desangra con lentitud... (p. 227)

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