jueves, 19 de septiembre de 2024

Pukata, pescados y mariscos, de Men Marías

Que la vida es un ratito es algo que, a estas alturas de la película, tenemos (espero) todos claro. Y como solo es un ratito, más vale dedicarle el máximo posible a menesteres placenteros. Leer un libro que llevabas mucho tiempo acechando y que te encante es, para esta lectora, uno de los más gratificantes. Si encima resulta una lectura distinta a las que habitualmente practicas, literariamente deliciosa y conmovedoramente humana, doble placer garantizado.

Ganadora del Premio de Narrativa Carmen Martín Gaite en 2017, Pukata, pescados y mariscos (Traspies, 2018) es el título de la primera obra de Men Marías que llegó al público. Pukata es el nombre del restaurante de la costa mediterránea donde se ambienta, y Men Marías ofrece en ella al lector una historia sobre todo humana. Nos sirve en bandeja de plata, con guarnición lingüística del español colombiano más costeño, la vida de los trabajadores del cotizado local, inmigrantes en su totalidad, narrada por la voz de Gabino, colombiano exempleado del Pukata que cumple condena en prisión por un delito del que, según él, no es culpable.

«Solo había dos cosas que me hacían olvidar el hecho de que estaba muriendo: mi hija y los pezones de la Perlita». 

Así arranca su relato Gabino y así comienza la novela. Amor de padre, amor carnal y la muerte como una espada de Damocles sobre su cabeza por una epilepsia hereditaria letal (aunque solo en su familia). Una hija a la que no conoce de una madre que lo extorsiona hasta robarle el aliento; deudas heredadas que le impiden regresar a su país; una hermosa amante, para más inri esposa de su jefe, que lo subyuga y lo solivianta a partes iguales («Que la vida no es el hecho, que lo he dicho siempre, que la vida es el mientras tanto, y que mi mientras tanto por aquel entonces era ver a la Perlita en la habitación en la que me escondía siempre con cañas de azúcar moviendo las nalgas a ritmo de una bachata que escuchaba constantemente a escasos segundos de montarme», p. 22). Desde su celda hará un minucioso repaso a la cotidianeidad de una vida de sinsabores, la propia y la de sus compañeros de trabajo, cotidianeidad que se verá alterada el mismo día en que su jefe, Don Julio Pukata, anuncie la participación del negocio en un certamen gastronómico, de cuyos resultados dependerá en gran parte su sustento futuro. Entre cacerolas, servicios de mesa e ínfulas de superioridad se irán desvelando los hilos que manejan la vida de los empleados del Pukata al mismo tiempo que planea sobre sus páginas una intriga de fondo que no se resolverá hasta el final.

Pukata, pescados y mariscos, como su propio nombre sugiere, es una obra en la que las papilas gustativas jugarán un papel muy relevante, por lo que se recomienda leerla con el estómago lleno. Si hay algo que caracteriza a esta novela es la fusión, y Men Marías demuestra solvencia a la hora de mezclar sabores. Combina de una manera armónica las especias exóticas y los prejuicios nacionalísimos. Entrevera la nimiedad de una anécdota con la profundidad de reflexiones que escuecen de realidad. Entrevera las penurias y las lágrimas de la vida del inmigrante con sonrisas, esperanza y baile. Todo eso y una gastronomía que abre el apetito es lo que hace Men Marías en esta obra, aliñándola también con un sabrosa nota metaliteraria, pues uno de los personajes, entre fogones y cubiertos, alberga en su esencia el anhelo de escribir. Original y muy diferente en el planteamiento a lo que a priori esperaba, la recomiendo sin duda a golosos, sibaritas y amantes de la buena literatura.

 


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