sábado, 2 de julio de 2022

El destino del agua, de Mikael Cantalapiedra

Llevo un rato dándole vueltas a cómo clasificar, en términos de género, la obra que acabo de terminar, y lo cierto es que ni me acerco a conseguirlo (también es verdad que no entiendo a qué viene ahora este afán clasificatorio, si a mí siempre me ha importado un pimiento, pero reconozco que esta obra me ha generado una cierta inquietud, una extraña necesidad de etiquetarla). Lo único que tengo claro es que se trata de literatura fantástica y que lo más probable es que no encaje en ninguno de los subgéneros estipulados hasta el momento (y, mientras escribo esto, sigo preguntándome: ¿eso qué más dará?). Mucho de fantasía alegórica, un poco de épica o epopeya, algo de gótica con sus fantasmas, sus ángeles y sus demonios, y magia y poderes a muchos niveles, y todo interfiriendo en el mundo real. En definitiva, un crisol de elementos que la sitúa como el enfoque menos ortodoxo y más original hacia la fantasía que he leído hasta la fecha. Y, como ya sabréis de sobra, me encanta que me sorprendan y me rompan los esquemas.

La obra en cuestión se titula El destino del agua y vio la luz bajo el sello de Ediciones Arcanas a finales de 2018. Su autor, Mikael Cantalapiedra, sitúa al lector desde la primera página en un escenario interdimensional donde las posibilidades son absolutamente infinitas. El relato comienza en la constelación de Piscis, sumida en la anarquía desde hace milenios, desde la partida de su Señora, Gota de Lluvia. Helena, una de las hijas del agua, decide bajar a la Tierra, convencida de que allí la encontrará y evitará así el cumplimiento de la profecía que augura la segunda destrucción de la vida en el universo. Una vez en el planeta azul, tendrá que unir sus fuerzas con las de otros cuatro seres con poderes extraordinarios: Julien, un niño terrestre que es en realidad un árcade que trata de regresar a su mundo; el mago Calen y su inseparable fantasma Danielle, cuyo objetivo es exterminar al demonio Samael; y Jack, el hombre-guepardo que busca desesperadamente a su amada felina. Juntos tendrán que enfrentarse a los Hijos del Vacío y su cohorte de esbirros, una serie de criaturas con habilidades asombrosas cuyo fin es... Y habrán pensado que se lo iba a contar todo. Pues no. Tendrán que leerlo si quieren saciar su curiosidad.

Ocho mundos separados a conciencia por los poderes superiores que manejan los hilos y, sin embargo, aquejados del mismo mal: la ambición desmedida que todo lo corrompe. Sorpresas y traiciones interdimensionales. Dudas y preguntas que quebrantan credos. La pureza y la inocencia frente a la depravación moral. El amor que todo lo puede y el agua generadora de vida. Esos son algunos de los elementos que intervienen en la receta del autor para conseguir una obra original narrada con solvencia, construida con una prosa bastante más que aceptable. En El destino del agua, Mikael Cantalapiedra combina de manera hábil los recursos de la mitología, el folklore, diferentes creencias religiosas y una imaginación desbordante para tejer una telaraña donde fantasía y realidad constituyen una sinergia indisoluble que captará, sin duda, la atención del lector desde el principio. ¿Se la van a perder? 

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