...porque fuimos ceniza de amor huido
y somos únicamente ceniza
a la espera del viento.
La RAE define el desamor como una falta de amor o de amistad, o como una falta del sentimiento y afecto que inspiran por lo general ciertas cosas. Sin embargo, estas definiciones me parecen insuficientes ante uno de los sentimientos más humanos y más dramáticos, existencialmente hablando, que pueden experimentarse, bien porque el amor se ha acabado, bien porque nunca empezará y solo pertenece al territorio de los sueños.
Pascual García dibuja muy bien los contornos de esa aflicción en las cincuenta y dos composiciones que integran Poemas del desamor verdadero, poemario publicado en el año 2019 y ganador del XV Premio de Poesía Dionisia García. Trazos finos y precisos esbozados por una pluma solvente y cargada de una sabiduría que solo puede derivar, a mi juicio, de un conocimiento profundo y certero de los escenarios emocionales que con tanta maestría plasma el autor sobre el papel.
Tres son los tiempos que se conjugan en los versos de Pascual García en torno a la sombra del desamor. En primer lugar, el pasado remoto de la juventud, el que se inaugura lleno de luz con los amantes “cogidos de la mano, juntos/por las calles sencillas de una ciudad pequeña” mientras gozan de “el purísimo amor de dos criaturas/que creían aún en las palabras”, un ayer de noches interminables, sábanas y pieles incendiadas de deseo, besos de miel y sueños de futuro azucarado. Días pretéritos que se esfumaron “porque los años ganaron la batalla triste de la pasión y del deseo nuevo” hasta alcanzar un pasado más reciente, más cercano, donde solo quedaron las cenizas de aquel amor, y la miel, los sueños y el deseo se tornaron “ruina, niebla y despojos”, convirtiendo el dulce lecho de sexos ardientes e inquietos en “la cama amplia e inhóspita de las noches unánimes”. Soledad, vacío, escarcha y silencios separaron manos, ojos y fuegos dejando dos almas a la deriva de la costumbre, dos glaciares inmunes a las caricias, a la ilusión y a la llamada del placer carnal. Ambos pasados, el dulce y el amargo, se entrelazan en el tercer tiempo, el presente desgarrado desde el que el poeta derrama sus lágrimas de tinta, debatiéndose entre gozar de la caricia de “las manos cálidas y tristes de la memoria” o escapar del “lodazal del tiempo perdido”. Perdido en el laberinto de los recuerdos y los anhelos.
Pascual García vuelve a hilvanar en este poemario imágenes sencillas pero de alta potencia que conectan con la mente del lector de manera casi instantánea (¿quién podría no identificarse con ellas en presente o en pasado?), apoyadas por iteraciones léxicas que refuerzan el tempus fugit (“un día y otro día y otro día”, “huían los años y la esperanza”) y embellecen el cajón semántico de la tristeza. Y nos regala versos de una dureza demoledora, versos que escuecen como vinagre sobre una herida recién abierta.
“¿qué fue del amor que nunca se hizo,
dónde está la carne que no tocamos
y aquellos besos que el amanecer olvidaba?” (p. 89)
“Se nos fueron las noches para siempre” (p. 21)
“Yo no fui otra cosa, amor, más que tú
y anduve con tu nombre entre mis labios
mientras amanecía...” (p. 23)
“Fuimos naufragio desde el primer día” (p. 41)
Y muchos otros que leería y leería por el placer macabro que produce el dolor. Porque el desamor es también ese viento frío que se cuela por las rendijas del corazón cuando no hay manera de cerrar la puerta, “por más que nosotros nos empeñemos en un olvido imposible”.