jueves, 13 de marzo de 2025

Los buenos suicidas, de Toni Hill

Todos guardamos secretos. Inocuos en ocasiones, auténticos seísmos en otras. Solemos guardarlos para protegernos a nosotros y a los nuestros. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando los mantenemos ocultos por obligación, por presión de grupo, por no faltar a nuestra palabra dada en un momento de aturdimiento? ¿Y si las consecuencias de que no salgan a la luz son más nocivas que lo que acarrearía revelarlos? En la novela que acabo de terminar, el autor nos muestra con precisión el engranaje de un secreto, la mecánica de la mentira y el fruto ya podrido que de ella germina.

Los buenos suicidas (Debolsillo, 2012). Así titula Toni Hill, el autor, la segunda entrega de la trilogía protagonizada por el inspector Héctor Salgado, un thriller donde los personajes y su evolución tendrán tanta relevancia como los acontecimientos que conforman la trama. La novela comienza con un artículo de prensa firmado por la periodista Lola Martínez, con quien Héctor tuvo un affaire en el pasado, que relata el asesinato de una mujer y su hija a manos del marido y padre, Gáspar Ródenas, aparentemente un tipo normal con una buena posición laboral y económica y sin grandes problemas conocidos, y el posterior suicidio de este. Típico caso de violencia machista, ¿no? La noticia toma por sorpresa a propios y ajenos, ya que en principio Gaspar no era un individuo violento, no existían antecedentes de maltrato y la relación de pareja discurría por los cauces normativos. Unos meses después, la noche de Reyes de 2011, el inspector Salgado, insomne y en bucle desde la desaparición de Ruth, su ex mujer, recibe una llamada del agente Fort en la que se le informa de que una mujer ha fallecido tras arrojarse a las vías del metro. Se identifica a la suicida como Sara Mahler, secretaria de dirección de una conocida empresa de cosméticos donde también trabajaba Gaspar Ródenas. ¿Dos suicidios de trabajadores de la misma empresa en tan breve lapso de tiempo? Huele raro, piensa Salgado, y más aún puesto que Sara ha recibido en el móvil una imagen de tres perros ahorcados colgados de las ramas de un árbol acompañada de un «No te olvides». Otra fotografía encontrada en la habitación de la mujer pondrá a los investigadores sobre la pista de que en la empresa se cuece algo, y no precisamente bueno, lo que coloca a cierta parte de la plantilla en el punto de mira. Por otro lado, como trama paralela, la agente Leire Castro, de baja por riesgo de parto prematuro, hastiada de la soledad y la inactividad que resume sus días, se propone indagar en la desaparición de Ruth Valldaura, la ex mujer del inspector, pretendiendo derribar los muros que otros no han podido. Una exhaustiva revisión del expediente, un par de entrevistas y la aparición de un periodista permitirán a Leire hacer ciertos decubrimientos sobre Ruth que... Nada, si os ha picado la curiosidad lo leéis, porque yo no os lo pienso contar. 

La lectura de Los buenos suicidas me ha resultado amena y gratificante. En sus páginas conviven oscuros secretos y misterios con amores que regresan del pasado, expedientes de adopción que guardan gato encerrado, relaciones clandestinas de dominación y sumisión, pactos se silencio, y miedo y desconfianza en cantidades industriales. En una narración en tercera persona, Toni Hill combina unos personajes muy bien construidos y desarollados, creíbles y tangibles, con grandes dosis de suspense y de intriga y abundante diálogo. Lectura muy recomendable (pero leed primero la anterior, El verano de los juguetes muertos, para no perderos nada de la historia y la evolución de los personajes), rematada con un colofón final que exige al lector no demorarse ni un segundo más en abrir la siguiente entrega.

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