viernes, 23 de agosto de 2024

Las horas crueles, de Marto Pariente

-Te diré una cosa- le dijo con cierta dulzura-: entre la maldad y un jodido loco, teme siempre al loco.

No sé si vosotros os habréis percatado, pero hace tiempo descubrí que las letras de ciertas obras, independientemente del soporte donde se hallen consignadas, desprenden su propio aroma, trazan senderos con determinados colores, nos atrapan en su melodía singular y única y nos subyugan con su particular tacto y sabor. Para percibir tan sensoriales matices solo es necesario leerlas con el alma abierta de par en par. La novela que acabo de terminar exhala la fragancia inconfundible de la tristeza. De la pena inmisericorde que otorga la pérdida. Sus páginas mezclan el gris y el negro con los colores agrestes de la sierra. Su banda sonora es la sinfonía del dolor, de la ausencia, del irremediable desahucio de las ilusiones.Tiene el tacto rugoso de las cicatrices con vocación de tormento, la caricia áspera de los inviernos que abolen la sonrisa. Y el regusto amargo de la muerte en varios tiempos. Pero casi siempre hay una primavera acechando tras la esquina del frío...Además, está escrita por una de las mejores plumas con las que me he encontrado hasta la fecha, tanto en la faceta de narrador como en la de escritor. 

Las horas crueles (Espasa, 2023) es la tercera obra publicada de Marto Pariente y, aunque las expectativas eran altas tras haber leído La cordura del idiota, puedo decir sin miedo que las ha superado con creces. Catalogada como country o rural noir (aunque cualquier etiqueta se le queda corta, y es mucho más que eso) y ambientada en su Guadalajara natal, Las horas crueles sumerge al lector en una trama sórdida urdida con los mimbres de lo escabroso y lo profundo, trenzada con los hilos de la investigación y miles de dolorosas agujas que se clavan en la piel del lector cual perplejo acerico. Comienza de forma intensa, sin preámbulos, con un monstruo que debe decidir en un instante la mejor muerte y prosigue presentándonos a uno de sus protagonistas, Frank Durán, en una escena que ya remueve las entrañas. Frank Durán era policía y, a causa de una decisión con desenlace poco afortunado, perdió la placa y su licencia de investigador, por lo que ahora ejerce funciones de "asesor" de investigación de asuntos menores en un negocio propio con poco o ningún futuro. Un día, recibe la visita de Abraham Constanza, relacionado con el caso que propició su debacle profesional, y este se ofrece a solucionar sus problemas económicos a cambio de que se integre en la plantilla de Constanza Desaparecidos donde, junto a la peculiar y tatuadísima Eliana Santoro, deberá hallar el paradero de Tomás Moreda, el Monstruo de la Tejera Negra. El individuo en cuestión salió hace seis meses de prisión tras una condena de 30 años por la desaparición de sus hijos, cuyos cadáveres nunca llegaron a aparecer, y se ha perdido su rastro. Frank y Eliana, con la ayuda de Méndez (ex-jefe y único amigo de Frank) entre bambalinas, se verán inmersos en una historia a la que no le faltará ni un ingrediente para atrapar la atención del lector: fiambres varios, dientes de leche bañados en plata, mafiosos muy a lo Tarantino, el ángel de la muerte y, si no era suficiente, ciertos mitos y leyendas del folklore popular. ¿Hallarán respuestas? ¿Sabrán encontrar la dirección correcta en la que mirar? ¿Añadirán más castigo a su ya pesado bagaje de sufrimiento? Tendréis que leerlo..


Marto Pariente vuelve a dejarme con la boca abierta y el alma dolida (sí, duele). Destacaría su lenguaje ágil, preciso, descriptivo y certero, que a pinceladas medidas nos hace imaginar lugares aunque no los conozcamos, su excelente adaptación a los diferentes registros pero, sobre todo, me gustaría destacar la calidad de sus personajes. Complejos, poliédricos, alejados de cualquier estereotipo y excelentemente dosificados hacen, desde luego, las delicias de cualquier lector del género. Absolutamente recomendable. No os la perdáis.


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