sábado, 29 de julio de 2023

Un asesino en tu sombra, de Ana Lena Rivera

Confieso que me siento tremendamente afortunada por ir descubriendo autores que me gustan muchísimo, tanto por la historia que narran en sus novelas como por su forma de contarla. No obstante, y siempre bajo mi punto de vista, el verdadero hallazgo son sus personajes. La mayoría de personajes llegan a la vida de un lector por casualidad y, una vez cumplida su misión de letras, se marchan dejándonos, como mucho, buen o mal sabor de boca. Sin embargo, hay otros que se escapan de las páginas y se cuelan en tus días sin pedir perdón ni permiso. Gracia San Sebastián, protagonista de la saga de domestic noir de Ana Lena Rivera, es uno de esos casos. Quizá sea porque es una mujer de carne y hueso tan bien construida por su autora que la empatía es del todo inevitable.

En la segunda entrega de la saga, Un asesino en tu sombra (Maeva, 2021), la investigadora de fraudes a la Administración, Gracia San Sebastián, comienza con mal pie. Un claro caso de engaño por parte de un funcionario que lleva 10 años de bajas por lumbalgia pero que, sin embargo, compite dos veces al año en Ironmans, se vuelve en su contra hasta el punto de que la familia del supuesto defraudador denuncia a la Seguridad Social por acoso y agravamiento del estado de salud del enfermo. El encargado de derivarle los casos que le proporcionan el sustento, en el marco de un cabreo monumental, la acusará de negligencia, incapacidad y alguna que otra cosa más, lo que empujará a nuestra investigadora a averiguar más para detectar sus fallos o el gato encerrado que al parecer oculta el caso. Por otro lado, Bárbara, la hermana cardióloga de la protagonista, le pedirá ayuda para encontrar a Imelda, la hermana de su compañero Teo (del que se sospecha que es bastante más que su amigo), desaparecida en extrañas circunstancias. Denunciada su desaparición a la policía, esta afirma haber contactado con el marido, artificiero de la Guardia Civil, quien asevera que su mujer no está desaparecida, puesto que se ha comunicado recientemente con él por WhatsApp. Sin embargo, un par de días después, la cabeza de Imelda aparece, en un prado, metida en una bolsa ensangrentada de la marca de supermercados Alimerka, y su cadáver, decapitado, reposa plácidamente entre las vías del tren. Fidel, el marido de Imelda, jugará como principal sospechoso en un tablero donde nada es lo que parece.

A diferencia de Lo que callan los muertos, la excelente ambientación de la trama de Un asesino en tu sombra se internacionaliza, viajando desde tierras asturianas a Copenhague y a Zurich en busca de pistas que ayuden a esclarecer los dos casos en curso. En el plano sentimental, la situación también se vuelve más compleja puesto que, por un lado, Gracia deberá hacer frente a los quieros y no puedos de una relación que hace aguas desde la entrega anterior, y las relaciones interpersonales con el resto de personajes cobrarán aún más fuerza si cabe. Dolor, amor, amistad, justicia y la voz del asesino se conjugarán en las páginas de Un asesino en tu sombra para hacer de la novela un verdadero thriller. Enhorabuena a Ana Lena Rivera por el magnífico resultado de su creación.

martes, 25 de julio de 2023

Lo que callan los muertos, de Ana Lena Rivera


Octubre de 2020. Entre los poquitos actos que pudieron organizarse en Murcia para aquella Feria del Libro pandémica, recuerdo bien a Antonio Parra (escritor y parte de la organización de mi adorada Cartagena Negra) ilustrando a la audiencia sobre los géneros y subgéneros de la novela negra. Mencionó en algún punto el domestic noir, y recuerdo que me hizo gracia (no confesaré que imaginaba asesinos armados con utensilios domésticos). No había vuelto a acordarme de aquella etiqueta hasta bien entrada en la lectura de la novela que acabo de terminar. El domestic noir es un subgénero de la novela negra que se caracteriza porque sus argumentos se desarrollan en el ámbito doméstico y familiar. Sus tramas suelen centrarse en crímenes, misterios y traiciones, pero también en las relaciones interpersonales y la psicología de los personajes. Sus protagonistas no son profesionales de la investigación criminal, y las fuerzas del orden solo hacen su aparición como apoyo para proporcionar los conocimientos o los procedimientos que los protagonistas no dominan. 

Lo que callan los muertos (Maeva, 2019), de Ana Lena Rivera, es un excelente ejemplo de este domestic noir. Su protagonista, Gracia San Sebastián, abandona una exitosa trayectoria profesional en Nueva York y regresa a su Oviedo natal junto a su marido para tratar de pasar página y superar la muerte del hijo de ambos. Ingenua, ignora que hay dolores de los que no se puede huir. En tierras asturianas, deja de lado el sombrero de tiburón de las finanzas y se convierte en una modesta investigadora de fraudes a la Seguridad Social. En esta ocasión, su misión consistirá en esclarecer la legitimidad del cobro de una pensión de un anciano cuya edad alcanza los 112 años y del cual no se tienen registros desde hace más de tres décadas. De forma tangencial, investigará el inopinado suicidio de una vecina de su madre que saltó al vacío con una nota prendida en la falda. Las dos investigaciones paralelas convergerán al encontrar Gracia ciertos apellidos comunes a ambas y... No seré yo quien se lo cuente. Si quieren saber, ya saben.

Lo que callan los muertos es una novela original y excelentemente ambientada donde importa tanto la investigación como el entramado de relaciones personales —con un toque irrefutablemente femenino— que establece la protagonista con el resto de mujeres de su entorno: con su madre (que vaya pieza de madre), su hermana, su amiga Sarah y una monjita anciana de nombre Sor Flo. Ana Lena se sirve de una prosa sencilla y fluida para sumergirnos en una lectura ágil y dinámica que sin duda picará la curiosidad del lector. Excepcionales los toques de humor con los que salpica la autora la mayoría de capítulos. Sé que me ha gustado porque voy de cabeza a por el siguiente caso de Gracia San Sebastián.

sábado, 22 de julio de 2023

Aras de venganza, de Natalia Gómez Navajas

El pasado es un prólogo (William Shakespeare)

A menudo, tendemos a huir de los fragmentos dolorosos del pasado con la esperanza de que el futuro los sepulte bajo capas de días menos lastimosos o, al menos, inocuos. Tratamos de ahogar la pulsación lacerante de esos momentos pretéritos en sustancias tan adictivas como el alcohol, las drogas o los besos. Sin embargo, hay negruras que permanecen en el alma in aeternum, tan presentes en el hoy que ni siquiera son pasado. Algo así le ocurre al inspector Acevedo, coprotagonista de la novela que acabo de terminar.

En Aras de venganza (Célebre Editorial, 2021), Natalia Gómez Navajas hace viajar al lector a tierras riojanas y de inmediato le presenta a Luis Acevedo, que regresa a su Logroño natal anhelando olvido y paz tras las traumáticas vivencias como teniente del GOES en Afganistán. Allí se reencontrará y trabajará bajo el mando de la comisario Ana Sánchez, amiga de la infancia y líder de un equipo policial habituado a la relativa tranquilidad de las calles logroñesas. No obstante, este sosiego se verá truncado por una serie de asesinatos rituales de jóvenes –colocadas en los altares de las capillas de ciertos emplazamientos religiosos a modo de ofrenda– que pondrá en jaque tanto a las fuerzas del orden como a la ciudadanía. Junto a cada víctima aparece una carta dirigida al inspector Acevedo que le hace partícipe involuntario del macabro juego. Así, mientras Acevedo lucha contra sus demonios y contra un alcoholismo que lo hunde y lo salva al mismo tiempo, el equipo policial, con Ana Sánchez al frente, se verá obligado a dar caza a un asesino que amenaza con sembrar la tierra logroñesa de sacrificios a la Virgen.

La autora, Natalia Gómez Navajas es tremendamente concisa y se centra casi en exclusiva en la trama, sin perderse en detalles ni en una ambientación excesiva. En capítulos cortos y tensos, nos desgrana la investigación policial de manera ágil, dinámica y, por lo general, verosímil. En definitiva, una buena lectura en la que sumergirse.

miércoles, 19 de julio de 2023

El buen padre, de Santiago Díaz

¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para proteger a los nuestros? ¿Qué límites nos sería posible transgredir si aquel o aquella que precisa de nuestro amparo es sangre de nuestra sangre? ¿Qué frontera no cruzaríamos si estuviese en juego la salvación de nuestros hijos? La respuesta es compleja y constituye todo un dilema moral, ¿cierto? ¿Y para salvarnos a nosotros mismos? Más difícil todavía, ¿verdad? Sobre estas cuestiones construye Santiago Díaz el argumento de la novela que acabo de terminar, un thriller policíaco que, francamente, me ha dejado con la boca abierta y el corazón en un puño.
El buen padre (Penguin Random House, 2021) es la segunda obra en ver la luz de Santiago Díaz Cortés, escritor y guionista al que tuve la suerte de conocer gracias, una vez más, a Cartagena Negra. La novela arranca con la policía entrando a la escena de un crimen. Una mujer en un charco de sangre y, en la habitación contigua, el marido de la misma de rodillas con un cuchillo de trinchar. Parece fácil, ¿no? Pues un año después, mientras Gonzalo Fonseca –el supuesto homicida— cumple condena en prisión, secuestran a la jueza que dictó sentencia del caso, al abogado que debió haberlo defendido y a la testigo que aseguró haber presenciado como el reo agredió a la víctima en el ascensor de un hotel. Mientras las cadenas de televisión bombardean a la audiencia con la noticia de los secuestros, un anciano se entrega a una patrulla de vigilancia asegurando ser el captor. Su nombre, Ramón Fonseca. Su objetivo, reabrir el caso de su hijo y encontrar al verdadero culpable de la muerte de su nuera. Su amenaza, acabar cada semana con la vida de uno de los secuestrados que, según declara, fueron sobornados para que su vástago cargara con el muerto y acabara entre rejas. Su exigencia, que el caso lo lleve Indira Ramos, inspectora obsecuente donde las haya, con un TOC de manual agravado por un incidente acaecido cinco años atrás durante una investigación y repudiada por haber denunciado a un compañero por mala praxis. La inspectora Ramos y su equipo iniciarán una carrera contra el tiempo para intentar esclarecer los hechos y salvar a las víctimas. Mientras se desarrolla esta línea argumental, el narrador, mediante flashback, nos irá mostrando la historia personal de cada uno de los personajes, sus puntos de partida, sus motivaciones y las consecuencias de sus decisiones. ¿Logrará el buen padre su objetivo? Ya saben, si quieren averiguarlo...léanla.
En la lectura de El buen padre me ha pasado todo lo que un lector podría esperar de una buena novela. Con capítulos cortos y escenas muy visuales, Santiago Díaz me ha hecho morderme las uñas manteniendo la intriga y la tensión hasta prácticamente la última página (literal). He vivido momentos cien por cien tarantinianos en los que la aprensión y la risa competían en condiciones de igualdad. Me ha emocionado algún desenlace totalmente inesperado. Y, aunque no he sido capaz de ponerme en la piel de la inspectora Ramos (que lo mismo eso hubiese terminado en diván), le he cogido cariño y, cuando consiga avanzar en el interminable listado de pendientes, me gustaría volver a ella. En definitiva, novela muy recomendable.

domingo, 16 de julio de 2023

El Escudo de Hugo, de Saray Ramírez

La luz es la mano izquierda de la oscuridad, y la oscuridad es la mano derecha de la luz; las dos son una, vida y muerte, juntas como amantes (U.K. Le Guin)
Ying y yang. Flor y espina. Fuego y agua. Tempestad y calma. Somos complejos seres poliédricos y, en la mayoría de ocasiones, incomprensibles a nuestro singular entendimiento. Nacemos criaturas híbridas y habitamos la frontera perpetua entre el cielo y el infierno. Algún dios Hacedor nos insufló la vida tras conseguir la mezcla idónea de luz y de sombra. Es justo en el equilibrio donde reside nuestra esencia. Sin embargo, ¿qué sucede si algún factor externo —o interno— desestabiliza la proporción y no hay claridad que matice nuestra pulsión más luctuosa? ¿O es que somos capaces de venir al mundo con un extra de mezquindad? Quizá no encontremos las respuestas, o quizá tengamos que preguntarle a la autora de la novela cuya última página acabo de concluir.
En El Escudo de Hugo (2019), otra muestra más de que autopublicación y calidad no están reñidas, Saray Ramírez realiza una perturbadora, perfecta y pormenorizada radiografía de los límites —o la ausencia de ellos— tanto de la maldad humana como de nuestra exacerbada tendencia a la autodestrucción. En la primera página de este thriller negro negrísimo, el lector aterriza en la infancia de Hugo Hidalgo y en el suceso que le marcó a sus 10 años (¿o venía ya así de fábrica?). El detective Francisco Moreno cerrará un caso, pero en falso, pues los ojos de aquel niño se instalarán en su memoria para atormentarlo con aterradoras pesadillas. Treinta años después, el Sr. Hugo Hidalgo se habrá convertido en un hombre de bien, afamado cirujano, amante esposo y ejemplar padre de una criatura. No obstante, en su interior alberga un secreto oscuro, macabro y terrible que le llevará a congraciarse con Mijaíl Solóviov —un pintor ruso con cierto desorden mental que milita en el bando de los parias— con el objetivo de manipularlo y hacerlo ingresar en su plan semestral de cacerías letales. Tres chicas pagarán las funestas consecuencias de los abyectos designios del cirujano, y Fernando Moreno, hijo y heredero del detective de las primeras escenas, se verá sobrepasado por la responsabilidad de dirigir una investigación de tal calibre. ¿Conseguirá Hugo Hidalgo salirse con la suya y convertir a Mijaíl en su hermano "de sangre"? ¿Cómo acogerá la crítica el trazo de la muerte en un lienzo desquiciado?
Con una prosa magnífica, un lenguaje cuidado y una gran riqueza de léxico, Saray Ramírez, en El Escudo de Hugo, engrana con maestría las piezas de una historia sólida y potentísima cuyo mayor acierto (sin restar peso al argumento, por supuesto) es la soberbia construcción de los personajes y el ahondamiento en sus psiques. Aborrecer a un personaje significa que este está excelentemente diseñado, y esta lectora ha llegado a odiar al psicópata sádico y narcisista de Hugo Hidalgo, y a compadecerse —como si fuera una persona real y no un personaje de novela— de Mijaíl el pintor. La exploración de la mente humana, de las relaciones familiares y del concepto del amor parecen ser los puntos fuertes de una autora que, al parecer, ha llegado para quedarse en el palco de honor de Libridinosum. 

viernes, 7 de julio de 2023

Promesas de sangre (Las lágrimas de Kaiu II), de Mónica Cueto y David Espada

Dijo Walt Disney que una buena historia puede llevarnos a un viaje fantástico, y esta lectora no podría estar más de acuerdo. Los mejores destinos son, sin duda, aquellos que creamos en nuestra imaginación y podemos disfrutar una y otra vez sin depender del factor espacio-tiempo. Hay universos de fábula que nos hechizan de tal forma que pasan a formar parte del mapa de nuestros sueños —dormidos o despiertos—. Por ejemplo, Ostrom, territorio legendario dibujado a cuatro manos (precioso y complejo a la vez eso de la creación a cuatro manos) por Mónica Cueto y David Espada para su saga de Las lágrimas de Kaiu, de donde acabo de volver con unas ganas inmensas de más (y ya sabéis, sé que algo me gusta cuando quiero más).

Promesas de sangre es el título elegido por los autores para la segunda entrega de Las lágrimas de Kaiu, casi recién salidito del horno, y no sé si podría ser más acertado. Nos presenta a los personajes que ya conocimos en la primera entrega aliviados por un lado al haber salido victoriosos (si es que en realidad se puede obtener la victoria tras una batalla con incontables pérdidas humanas) tras los sucesos acaecidos en Berford, y por otro preocupados y expectantes ante la amenaza sin definir que se cierne sobre su mundo encarnada en el plan de Serehod (personaje cuya construcción me ha encantado, por cierto) para transformarlo y liberarlo de la ignominia. El todopoderoso reino de Roresland va a ser el primero en sufrir las nefastas consecuencias. Por si no tuviesen bastante con los oscuros presagios relacionados con Serehod, cada uno de los personajes tendrá que compaginar sus batallas personales con las obligadas por las circunstancias. Kardán intentará convencer a su hermana Verenice de una verdad que no está dispuesta a aceptar (mientras vigila que no lo mate). Illia, el amor de Kardán, guardará un secreto susceptible de dar un giro de 180 grados a sus vidas. Khislae buscará la forma de acabar con su maldición eterna. Tae'sha tendrá que volver a sus tierras dekyrianas al no tener noticias de lo acontecido tras su precipitada huida, y lo hará acompañada de su inseparable herrero Hargar. Conoceremos a nuevos personajes de un lugar llamado Ashtaria que se verán obligados a... No, no, de eso nada, no voy a seguir contando más. Si acaso os hubiese picado la curiosidad, ya sabéis qué tenéis que hacer...

Promesas de sangre, al igual que la primera entrega de la saga, es un ejemplo inequívoco de que autopublicación y calidad no son términos necesariamente enfrentados. Mónica Cueto y David Espada son verdaderos artistas que diseñan, construyen, esculpen y dibujan personajes, escenarios y sentimientos con maestría y solvencia demostrada. Su engranaje de tramas, subtramas, contextos y macrocontextos es sencillamente soberbio. Si en Las lágrimas de Kaiu la tensión y la intriga son palpables, en Promesas de sangre el nivel llega justo al umbral de la taquicardia. Suerte que contamos con los entrañables gorgims Mimón y Menta, a los que ahora se unirá Trevin Humm, para respirar y relajarnos de cuando en cuando. En definitiva, una mezcla de ingredientes de primera y buen hacer literario cuyo resultado es una lectura excelente (y cierta adicción, pero guardadme el secreto).