...la universidad es mucho más complicada de lo que piensas. Observada desde fuera puede parecer un santuario consagrado al conocimiento y a la ciencia, pero en realidad se asemeja más a una selva, a una guerra de trincheras [...] Está podrida desde sus cimientos, corrompida por viejos rencores, envidias, conspiraciones y mediocridad.
Así describe José Antonio Jiménez Barbero, por boca de uno de sus personajes, la realidad oculta de la Universidad de Granada, escenario principal de su última novela, La Facultad, recién salida del horno de Ediciones Dokusou, y que he releído con muchísimo gusto (disfruto de la inmensa fortuna de poder contarme entre sus lectores cero). Novela negra con denominación de origen, prologada además por un maestro del género, Antonio Parra Sanz (solo el prólogo en sí mismo ya es una maravilla).
Augusto Salas y Carmen Reverte vuelven a ser sus protagonistas. Si han leído El demonio escondido ya los conocerán; si no (¿a qué esperan para hacerlo?), no se preocupen, ya que el autor se los va a presentar con la mayor de las destrezas y algún que otro toque de humor. Ambos personajes, ya embarcados de lleno en su aventura en el ámbito de la investigación privada, reciben un encargo de lo más inusual: descubrir la verdad acerca de un caso ya dormido, el asesinato del Doctor Rodrigo Blatt Castiñeira, catedrático de Psicología Social en la Universidad de Granada (personaje odioso donde los haya; no he podido evitar acordarme de Jaime Díez, protagonista de La voz oscura, de Rubén Castillo) ocurrido un par de años antes. Corrupción a todos los niveles, secretos, mentiras, silencios ominosos, argucias que inclinan la balanza del lado de la muerte... Y un romance que pondrá la nota dulce entre tanto desgarro. Y el amor de una madre, y el de un hijo, y el de un marido (¡Ay!).
Además de la tensión dramática, elevada a niveles estratosféricos, que mantiene al lector en vilo durante la totalidad de la obra, destacaría de La Facultad (ídem de las novelas anteriores de Jiménez Barbero) la maestría del autor a la hora de crear personajes complejos, de una profundidad psicológica apabullante. Personajes humanísimos, con sus caras y sus cruces, sus virtudes y sus defectos y sus innumerables matices de gris. Y su asombrosa habilidad para enlazar tramas de forma inesperada, dejando al lector con la boca abierta. Y su poder para estrujar el estómago y dejarte el corazón pequeñito. Y los palabros que utiliza y que a veces me vuelven loca (de esta he aprendido las palabras "gatuperio" y "currutaco", entre otras). Y sus hermosas reflexiones, como esta que remata la novela junto a un conmovedor amanecer:
Que hay cosas que se pueden cambiar y cosas que no. Y que no es eso lo verdaderamente importante, sino cuánto se está dispuesto a soportar y a cuánto se está dispuesto a renunciar por hacerlo.
Disfrútenlo. Merece la pena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario