domingo, 28 de marzo de 2021

Revolución, Cantabella & Cantabella

 

Poesía es Revolución.

Revolución es el golpe del verso

en el hombro del oprimido.

El pueblo es Revolución.

Llenemos las urnas con los poemas

que contienen nuestros gritos.


Así reza el poema XV de Revolución (Raspabook, 2014), obra que aúna dos lenguajes muy diferentes pero absolutamente compatibles: el de la palabra y el de la imagen, el de los versos bellos, sencillos y transparentes de José Cantabella y las vallas publicitarias, con mensajes abrumadores, de Carmen Molina Cantabella, con un objetivo complejo pero muy loable: mostrar su disconformidad con el mundo detestable que les rodea, su preocupación por lo social y por la corrupción política que campa a sus anchas en absolutamente todas las instituciones, adentrándose de lleno en el concepto social del arte y la literatura como “sacudidores de conciencias”.

Nos cuenta Pascual García en el prólogo (magnífico prólogo; no podía ser de otra manera) que la inspiración de los versos de Revolución proviene del 15M, allá por 2011, cuando un grupo de ciudadanos, impulsados por el hastío ante la situación política del momento (deleznable, deplorable), y con la esperanza de generar vientos de cambio y tener alguna posibilidad de futuro, salen a la calle y acampan en las plazas de muchas ciudades españolas, ocupándolas de manera pacífica pero rotunda, “dispuestos a poner en entredicho el sistema”, a hacerse ver y oír, y a provocar cualquier modificación en la escombrera ética de la política española.

En el primer poema, José Cantabella nos cuenta que «Amanece en la ciudad/ tomada por los insurrectos» mientras, en la página contigua, la valla publicitaria nos muestra la imagen de una mujer con los ojos vendados. Así, ese amanecer sería la metáfora perfecta del despertar de la conciencia ciudadana. Sigue, en el segundo poema, contándonos que ese amanecer-despertar es distinto, «y que la luz/ va a cambiar la bella,/ y olvidada ciudad que otros/ han ido saqueando impunemente» (y esa ciudad no es otra que su mítica Recuerdo) y, más adelante que «podremos/ muy pronto, caminar juntos, Revolución,/ por las calles liberadas/ de tu ciudad triunfal.» Indignación, lucha, fraternidad y esperanza pondrán la música a los versos del poeta, que aportarán (al mismo tiempo que la reciben) fuerza a imágenes de ciudadanos transformados en caballos salvajes, obviamente domesticados y atemorizados por los esbirros de los poderosos (imagen titulada “La libertad no es para siempre”), de antidisturbios golpeando a una hilera de pingüinos (titulada “Reformas”) o de ruedas de reconocimiento integradas por “Partidos políticos y otras peligrosas bandas”.

Sin embargo, el componente político y social no es el único presente en la obra, pues muchas de las líneas de la misma nos cuentan una bella historia de amor que discurre paralela a la reivindicación:

«... tú, mi dulce amiga, Revolución, solo puedo susurrar unas breves palabras que como el rumor de ese mar verde de tus ojos, suena así: “Gracias, y te amo tanto”.»

«Revolución, mi dulce amada,/ tienes bellos pensamientos/ entre tus manos blancas...»

Pero, ¿no es el amor la más dulce y fogosa de las revoluciones? ¿Son acaso Revolución y amor una misma cosa?

La Revolución (siempre en mayúscula), el amor (o una combinación de ambos) y la ciudad son los protagonistas reales de esta obra, cuyos hermosos versos se funden en un poderoso abrazo con la iconografía valiente, rebelde, transgresora, de Carmen Molina Cantabella, creando un conjunto donde la belleza, la fuerza y la sensibilidad conquistan, a partes iguales, el espíritu lector.

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