viernes, 15 de enero de 2021

El arte, las palabras y las horas, de Pascual García


He intentado con esta obra agavillar un puñado de hojas sueltas que, de otro modo, tal vez con justicia, se perderían irremediablemente.

Eso dice Pascual García en "A modo de disculpa", introducción a El arte, las palabras y las horas, publicada por los servicios editoriales de la UMU allá por 2014, y a mí no me queda más remedio que, desde la humildad y la honestidad de un corazón lector, tacharle el "tal vez con justicia", porque hubiera sido, precisamente, una verdadera injusticia si no hubieran llegado a manos de los lectores que las disfrutamos y nos deleitamos con ellas.

El arte, las palabras y las horas es un magnífico compendio de críticas, artículos de catálogos, etc. que se fueron publicando a lo largo de tiempo (veinte años llevaba ya regalándole al mundo sus letras) y que se articulan en torno a tres conceptos, que dan título a la obra.

En primer lugar, disfrutamos en la obra de "El Arte", repleto de verbo exquisito para comentar pinturas y a sus autores murcianos. Ha sido una auténtica experiencia, muy agradable y muy recomendable, buscar en Google pinturas y autores, y después dejame guiar por la mano sabia de Pascual y descubrir, a través de sus ojos y su pluma sublime, las ventanas en las acuarelas de Pedro Serna, las joyas naturales de Pedro Cano, la búsqueda de la luz de Cánovas o los colores del tiempo de Ramón Gaya (podría citarlos a todos, tengo unos seis folios de notas, pero me temo que se iba a hacer demasiado largo).

Pasamos después a gozar de "Las Palabras", terreno que domina con indudable maestría, un verdadero e ilustrador obsequio donde el autor expone en una decena de textos la preciosa verdad de que es un hombre modelado a partir del barro de la literatura más hermosa. Puede el lector disfrutar en esta sección de un recorrido por la trayectoria poética de Eloy Sánchez Rosillo, de una disertación sobre la farsa amorosa en Don Quijote, de su experiencia con Cien años de soledad, de un análisis bello y didáctico de las obras de García Montalvo y de la Historia del Eremita (ay, Espinosa).

La tercera columna que sustenta este espléndido monumento es, pues, "Las Horas", donde se tiene la posibilidad de leer a un Pascual García más cercano, más humano y menos, quizá, erudito literario (no mejor, sino distinto) con reflexiones personales sobre elementos variopintos como la primavera ("la estación más cruel"), el adorado invierno de su tierra, sus años universitarios (pisé la misma facultad veinte años después que él, y en un idioma distinto, pero, básicamente, sus recuerdos y los míos no son muy diferentes) o un entretenido paseo por el vapuleo a la institución matrimonial según diversas y paradigmáticas obras literarias.

Un verdadero placer para los ojos lectores (me abstendré por el momento de repetir una vez más lo hermosa que me parece su forma de escribir) poder deleitarnos con un autor que huele "la provocación de los jazmines" y nos deja fragmentos como estos:

"Nosotros somos la primavera y el tiempo, las estaciones todas y la vida. El resto no son más que palabras sin sustancia."

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