miércoles, 20 de noviembre de 2024

Jaque al psicoanalista, de John Katzenbach


...los vencedores siempre están convencidos de que son inmunes. Nunca creen que el juego pueda no haber terminado.

La venganza es seguramente uno de los conceptos más antiguos de la historia y ha sido sobre todo utilizado como recurso propagandístico y como subterfugio de inquinas varias. Como sentimiento, tiene un significado un tanto complejo y en ocasiones inabarcable. En general, se considera un acto retributivo hacia una persona que ha dañado previamente a uno o más individuos, y habitualmente consiste en hacer padecer al sujeto en cuestión al menos el mismo dolor que propició a sus víctimas. Pero todos sabemos que a veces va mucho más alla, y el agravio sufrido es susceptible de aumentar en progresión geométrica. Y como todo lo que es relevante en el mundo, la venganza resulta un tópico tremendamente jugoso que la literatura ha sabido conjugar bien a su antojo. John Katzenbach es un buen ejemplo de ello, pues la coloca en el foco de El psicoanalista y de su continuación, que es precisamente la novela que acabo de terminar, un thriller psicológico cuya trama vuelve a girar en torno a una venganza que se gestó tiempo ha y vuelve a trastocar la vida de un personaje ya para mí memorable.

En Jaque al psicoanalista (Ediciones B, 2018), Katzenbach sitúa la trama cinco años después de los acontecimientos narrados en la entrega anterior, que aún le ocasionan a su protagonista pesadillas recurrentes. En un intento de comenzar de cero, el psicoanalista Frederick Starks se ha instalado en Miami, donde reparte su labor profesional entre una pequeña consulta donde solo atiende a pacientes adinerados y el ala de psiquiatría de un hospital donde presta sus servicios de manera altruista, en una suerte de redención de algún pecado que la inexperiencia le llevó a cometer en el pasado. Un día cualquiera, al volver a casa tras terminar su jornada de trabajo, se encuentra, tumbado en el diván de su consulta, al señor R, el individuo que intentó acabar con su vida en la entrega anterior y del que ya creía haberse librado. El señor R le "pide" amablemente su ayuda, a punta de pistola, para salvar la vida de sus hermanos. El asunto es sencillo. Si falla en su cometido, pierde la vida. El doctor Starks tendrá que descubrir la identidad del potencial asesino y resolver el supuesto crimen antes de que ocurra. Su reto supone una carrera contrarreloj en la que carece prácticamente de posibilidades. Significa situarse deliberadamente entre el cazador y su presa. ¿Por qué arriesgarse por las personas que le arrebataron su vida anterior? En el macabro ajedrez al que le obligan a jugar, muerte se paga con muerte pero, ¿existe la posibilidad de hallar un equilibrio? Si quieren saber, tendrán que leer...

Aunque Jaque al psicoanalista es sin duda una novela entretenida que mantiene al lector en tensión, el desarrollo argumental de Katzenbach en esta segunda entrega responde exactamente al mismo patrón que ya utilizara en su antecesora (protagonista amenazado, carrera contrarreloj, quién es quién con el asesino, el intento de adelantarse a sus acciones...) en detrimento de la originalidad y de cierto grado de factor sorpresa. Katzenbach vuelve a colocar el foco de la narración única y exclusivamente sobre el Dr. Starks, privando al lector de la perspectiva de otros personajes, ciertamente secundarios pero que aportan la frescura de la que su protagonista ya carece. Eso sí, el personaje central está hábilmente construido a nivel psicológico y garantiza al lector barra libre de sus cavilaciones, por lo que entenderá a la perfección el por qué de sus decisiones. Katzenbach vuelve hacer gala de un estilo sencillo y de una prosa concisa en la que abundan las descripciones detalladas. Sin embargo, el peso del diálogo en esta segunda entrega es bastante mayor que en la primera, lo que provoca un ritmo más acentuado y, cómo no, un aumento de la tensión y el suspense mientras nos vamos acercando a un final que, no sé los demás lectores, pero yo de algún modo me esperaba. Os dejo una frase de la obra que me ha gustado mucho: 

La muerte es como cualquier deuda de dudoso cobro. Al final hay que pagarla.

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