domingo, 24 de noviembre de 2024

A propósito de tu hijo, de José Antonio Jiménez-Barbero


Tengo la fortuna de haber convivido, desde mi más tierna infancia, con víctimas de la maldición de la marginalidad incómoda. Etnia diferente, baja (o subterránea) extracción social y otras circunstancias les garantizaban total desprecio y rechazo social. Sin embargo, mis ojos de niña no percibían el motivo del sesgo y crecí mirando a las personas como personas y valorándolas como tales. En los primeros años de mi edad del pavo coincidí, en un jardín cercano a mi casa, con unos monitores, voluntarios y familiares que sacaban a que les diera el sol a un grupo de niñas y niños con necesidades especiales. Unos de mi edad, otros bastante más pequeños. Parálisis cerebral, síndrome de Down, trastornos del espectro autista en varios grados... No entraré en detalles para no alargar mucho esta entrada, pero a partir de ese día volví todos los sábados al jardín para estar con ellos y que ellos estuvieran conmigo. Ha pasado la friolera de casi 30 años, pero los recuerdo como si fuera ayer, y no puedo evitar emocionarme al reconocerlos cuando me los cruzo por la calle. Jose Francisco tenía síndrome de Down y una mirada dulce y llena de luz. Jose Antonio, parálisis cerebral y, aunque no podía comunicarse, gorjeaba de manera diferente cuando le acariciaban. Pepe y Rocío eran hermanos con diferente grado de retraso mental y sonrisas infinitas que adoraban los abrazos. A Álvaro su autismo severo le impedía el contacto físico, pero nos sentábamos en un muro a observar los coches que pasaban y solo me miraba cuando pasaban coches rojos... De ellos llevo en el corazón muchas cosas bonitas, y de aquellos años quedan en mi memoria otras menos agradables: las miradas de la gente, como si estuvieran contemplando una manada de criaturas extrañas que les provocaban aprensión. También me acuerdo de que muchos giraban la cabeza para no vernos. Éramos seres incómodos en su afán de ignorar la diferencia y no tener que hacerle frente a la vida. ¿Que por qué os cuento todo esto si se supone que escribo una reseña? Porque tiene mucho que ver con la novela que acabo de terminar, que lleva el sello inconfundible de una de mis plumas favoritas, un autor experto en abordar temas espinosos, ciertamente molestos pero de alta relevancia social, apelando como nadie a la emoción del lector.

A propósito de tu hijo (Tirano Banderas, 2024) es una obra de Jose Antonio Jiménez-Barbero que leí en su día como manuscrito y me arrancó más de un par de lágrimas. Ahora, como novela publicada con afán puramente benéfico (auspiciada por el Colegio Oficial de Enfermería de Murcia), me ha hecho llorar lo mismo o más. La dedicatoria al principio de la obra ya aprieta fuerte la garganta: «Dedicado a mis sobrinos, Alicia y Rodrigo, y a todos los niños que luchan a diario por vencer las barreras que los adultos nos empeñamos en construir».
«A aquel niño le pasaba algo». Es la primera frase de la novela, que ya empieza generando expectación. Esa aseveración procede de los pensamientos de Alicia, una de las protagonistas, que tiene 13 años y un retraso mental leve, en el momento en que ve por primera vez a Santiago, el otro protagonista, un niño con autismo leve que acaba de empezar la ESO cambiando de un colegio de educación especial a un centro público "inclusivo" (nótese la ironía implícita en las comillas, por favor). Santiago tiene una crisis porque se ha agotado la batería de su tablet, su único refugio frente a un mundo cuyo exceso de estímulos a menudo lo apabulla y que en muchas ocasiones no comprende. Puede que Alicia sea muy lenta a la hora de leer o que tarde más tiempo que el resto en procesar ciertas cosas, pero es experta en detectar sentimientos y emociones en los demás, y su corazón sincero exige apoyar a aquel niño que por algún motivo no se encuentra bien. Página tras página, Alicia irá conociendo a Santiago, y Santiago a Alicia, y el lector a los dos, a sus resilientes padres que viven por y para ellos, y al resto de pobladores de las aulas y los pasillos del colegio Campo Verde. Será testigo de la falta de preparación (cuando no incompetencia manifiesta) de las instituciones a la hora de lidiar con la diversidad y la diferencia de capacidades, de la incomprensión y la animadversión de parte del profesorado y del alumnado. Sin embargo, también contemplará la dulzura y las ganas de Susana, la profesora del aula de apoyo, y la empatía y el buen corazón de Elena, la alumna "empollona" que se erigirá en guía y protectora de ambos. Como barquitas en medio de un mar de hostilidades, Santiago y Alicia se refugiarán el uno en el otro para resistir, siendo el candor de la niña su faro en multitud de ocasiones. 

Jiménez-Barbero nos ofrece de nuevo en A propósito de tu hijo una novela de excelente factura y muy didáctica, donde conjuga de manera habilidosa la realidad de un mundo que no acepta la diferencia, muchas veces por puro temor a lo desconocido, con la explicación precisa y sencilla de dos casos concretos de necesidades especiales. Con pulso firme y sin edulcorantes innecesarios, sumerge al lector en la trama y le hace preguntarse qué haría él/ella si se encontrara en determinadas situaciones. Y le horada la fibra más sensible con preguntas como esta, con la que pongo el punto final a la reseña: 
«Yo quiero a todo el mundo, mami. ¿Por qué ellos no me quieren a mí?»

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Jaque al psicoanalista, de John Katzenbach


...los vencedores siempre están convencidos de que son inmunes. Nunca creen que el juego pueda no haber terminado.

La venganza es seguramente uno de los conceptos más antiguos de la historia y ha sido sobre todo utilizado como recurso propagandístico y como subterfugio de inquinas varias. Como sentimiento, tiene un significado un tanto complejo y en ocasiones inabarcable. En general, se considera un acto retributivo hacia una persona que ha dañado previamente a uno o más individuos, y habitualmente consiste en hacer padecer al sujeto en cuestión al menos el mismo dolor que propició a sus víctimas. Pero todos sabemos que a veces va mucho más alla, y el agravio sufrido es susceptible de aumentar en progresión geométrica. Y como todo lo que es relevante en el mundo, la venganza resulta un tópico tremendamente jugoso que la literatura ha sabido conjugar bien a su antojo. John Katzenbach es un buen ejemplo de ello, pues la coloca en el foco de El psicoanalista y de su continuación, que es precisamente la novela que acabo de terminar, un thriller psicológico cuya trama vuelve a girar en torno a una venganza que se gestó tiempo ha y vuelve a trastocar la vida de un personaje ya para mí memorable.

En Jaque al psicoanalista (Ediciones B, 2018), Katzenbach sitúa la trama cinco años después de los acontecimientos narrados en la entrega anterior, que aún le ocasionan a su protagonista pesadillas recurrentes. En un intento de comenzar de cero, el psicoanalista Frederick Starks se ha instalado en Miami, donde reparte su labor profesional entre una pequeña consulta donde solo atiende a pacientes adinerados y el ala de psiquiatría de un hospital donde presta sus servicios de manera altruista, en una suerte de redención de algún pecado que la inexperiencia le llevó a cometer en el pasado. Un día cualquiera, al volver a casa tras terminar su jornada de trabajo, se encuentra, tumbado en el diván de su consulta, al señor R, el individuo que intentó acabar con su vida en la entrega anterior y del que ya creía haberse librado. El señor R le "pide" amablemente su ayuda, a punta de pistola, para salvar la vida de sus hermanos. El asunto es sencillo. Si falla en su cometido, pierde la vida. El doctor Starks tendrá que descubrir la identidad del potencial asesino y resolver el supuesto crimen antes de que ocurra. Su reto supone una carrera contrarreloj en la que carece prácticamente de posibilidades. Significa situarse deliberadamente entre el cazador y su presa. ¿Por qué arriesgarse por las personas que le arrebataron su vida anterior? En el macabro ajedrez al que le obligan a jugar, muerte se paga con muerte pero, ¿existe la posibilidad de hallar un equilibrio? Si quieren saber, tendrán que leer...

Aunque Jaque al psicoanalista es sin duda una novela entretenida que mantiene al lector en tensión, el desarrollo argumental de Katzenbach en esta segunda entrega responde exactamente al mismo patrón que ya utilizara en su antecesora (protagonista amenazado, carrera contrarreloj, quién es quién con el asesino, el intento de adelantarse a sus acciones...) en detrimento de la originalidad y de cierto grado de factor sorpresa. Katzenbach vuelve a colocar el foco de la narración única y exclusivamente sobre el Dr. Starks, privando al lector de la perspectiva de otros personajes, ciertamente secundarios pero que aportan la frescura de la que su protagonista ya carece. Eso sí, el personaje central está hábilmente construido a nivel psicológico y garantiza al lector barra libre de sus cavilaciones, por lo que entenderá a la perfección el por qué de sus decisiones. Katzenbach vuelve hacer gala de un estilo sencillo y de una prosa concisa en la que abundan las descripciones detalladas. Sin embargo, el peso del diálogo en esta segunda entrega es bastante mayor que en la primera, lo que provoca un ritmo más acentuado y, cómo no, un aumento de la tensión y el suspense mientras nos vamos acercando a un final que, no sé los demás lectores, pero yo de algún modo me esperaba. Os dejo una frase de la obra que me ha gustado mucho: 

La muerte es como cualquier deuda de dudoso cobro. Al final hay que pagarla.

viernes, 8 de noviembre de 2024

A un lado de la carretera, de Paul Pen

La mente y el alma humana son y serán sin duda grandes enigmas cada vez más lejos de ser descifrados. Como una moneda cualquiera, son capaces de albergar en su seno cara y cruz, luz y oscuridad. La naturaleza morbosa del ser humano provoca que no se interese demasiado por la luz, pero ay de las sombras... Cuánto más altas sean las cuotas de mezquindad de un alma, más atención atrae, sobre todo en los lectores devotos del género negro. Y negra como la boca del lobo es la novela que acabo de terminar, que sumerge al lector en situaciones que quizá su mente (la mía tampoco, por supuesto) no esté preparada para absorber. Solo comentaros que entre sus páginas hay escenas que dudo que consiga olvidar con facilidad. 

La trama de A un lado de la carretera (HarperCollins, 2024), de Paul Pen, sitúa al lector en un área de servicio perdida en medio de ninguna parte, en el Hotel Restaurante Plácido, que hace honor a todo menos a su nombre. Hasta allí se ha trasladado el escritor (o proyecto de escritor) Lucas Falena, como Truman Capote en A sangre fría, para escribir lo que en su mente se perfila como una gran novela de true crime, basada en un horrendo crimen que pocos días atrás tuvo lugar en una de las habitaciones del hotel y cuyo protagonista es la familia propietaria. Un padrastro muerto, una madre agonizante y una hermana herida. Y la sangre reina de la escena. Rodeado del ambiente sobre el que escribe, Lucas Falena irá conociendo a la familia protagonista, y entablará una suerte de amistad con Coral, una de las víctimas, una niña especial, de carácter extremadamente reservado, con los ojos llenos de noche y sus pocos años repletos de misterio. Su interés radica no en el morbo truculento que ha atraído la atención incluso a nivel nacional, sino en retratar el dolor humano que hay detrás de los crímenes y sobre las siniestras profundidades del alma humana. Pero ello no evitará que la gente lo perciba como un carroñero, alguien que se aprovecha de la desgracia ajena en su propio beneficio. Lo que Lucas no espera es que, su presencia en el lugar de los hechos y esa relación que mantiene con Coral, acaben por convertirlo también en protagonista de una historia cuyo final es tan escabroso como inesperado.

Una de las cosas que más llama la atención de A un lado de la carretera es el aislamiento y la desolación que se desprende de la propia ambientación de la novela. Asimismo, es curioso que el macrocontexto de este domestic noir sea puramente metaliterario: una novela sobre la creación de una novela. Aunque el principio quizá sea un poco lento, está impregnado de una calma tensa que impulsa al lector a querer saber. Narrativa muy visual, la mayor parte en primera persona, desde la perspectiva de Lucas Falena, lo que nos permite empatizar con sus motivaciones. Si bien es cierto que en la novela apenas tiene peso el diálogo, el ritmo irá siempre en aumento, al igual que el suspense y la tensión, para lo cual el autor usa como arma la brevedad de los capítulos y las frases. La trama es profundamente conmovedora e impactante y los personajes creados por Paul Pen para esta historia están irremisiblemente rotos, marcados a fuego por la crueldad y la desesperación. Como no quiero extenderme más, solo me queda recomendaros su lectura. Disfrutadla si tenéis la oportunidad.

viernes, 1 de noviembre de 2024

La isla de las últimas voces, de Mikel Santiago


Si hay un autor experto en crear ambientes claustrofóbicos y elevar la tensión por encima de niveles soportables, ese es Mikel Santiago. Hoy he terminado la última de sus cuatro primeras novelas, anteriores a su Trilogía de Illumbe y, si bien no es la que más me ha gustado, sí debo decir que me ha atrapado desde la primera página.

En La isla de las últimas voces, Mikel Santiago sitúa al lector en los días previos a Navidad en St. Kilda, una isla perteneciente a Escocia perdida en el inhóspito Mar del Norte, lejos de la civilización, de donde la mayor parte de sus habitantes huyen a bordo del último ferry antes de que una tormenta de magnitud previsiblemente considerable los aisle del resto del mundo. Solo unas pocas almas, por diferentes motivos, han decidido quedarse, con la esperanza de que la amenaza climatológica sea menos catastrófica de lo previsto. Entre ellas se encuentra Carmen, una mujer española que se refugia en la isla huyendo de su demoledor pasado y que vive y trabaja en el Kirkwall, el único hotel de la isla,  regentado por Amelia Doyle. Las primeras páginas de la novela son realmente claustrofóbicas, pues comienza en la bodega de un avión donde viaja, en misión absolutamente secreta, el sargento Dave Dupree junto a otros militares y un par de científicos, custodiando un peculiar contenedor, un reefer al que se refieren como "la Caja". Mientras sobrevuelan la isla de St. Kilda, les sorprende una tormenta que provoca que el avión caiga al mar. Dave es el único superviviente, pero no es capaz de cumplir sus órdenes y destruir la Caja, que flota en el mar hasta que unos pescadores la encuentran y la remolcan hasta St. Kilda. Este misterioso hallazgo trastornará a los pocos habitantes que permanecen en la isla. Bajo un feroz temporal que cortará todo tipo de comunicaciones con el continente, y bajo el influjo de aquello que habita el interior de la enigmática Caja, los acontecimientos en St. Kilda adquirirán un cariz dramático y peligroso para Carmen y los que, junto a ella, conforman la resistencia.

Con una narración a varias voces, Mikel Santiago tensa y tensa la cuerda hasta llevar al lector a una situación inquietante y perturbadora que le hará vivir casi en carne propia las escenas y el ambiente atroz y violento que invade hasta el último rincón de la isla. La trama de La isla de las últimas voces es trepidante y dinámica, con capítulos cortos, narrados por sus protagonistas principales, gracias a los cuales podemos conocer sus pensamientos y sentimientos en cada momento de la historia. La intriga y el suspense van aumentando de forma constante, con muchos giros que mantienen el ritmo de la lectura hasta el final. Como en la mayoría de novelas del autor, la ambientación es un lujazo,  con unas descripciones magníficas que intensifican la tensión dramática, contagiando al lector de oscuridad, frío, viento e incluso terror. Sin duda, un buen thriller, aunque me hubiese gustado que me hubiera explicado un poco más ciertas cosas.