lunes, 8 de abril de 2024

Nadie en esta tierra, de Víctor del Árbol




Aunque llevo muchos años leyendo (la bromita va ya casi para cuarenta), nunca dejará de sorprenderme el hecho de que en unas cuantas páginas puedan vivir tantas historias, tantos personajes, tantos sentimientos y tantas emociones. Tampoco deja de asombrarme la habilidad de los buenos autores que logran que me sumerja de tal forma en la historia que de vez en cuando necesite recordarme que es solo ficción. Ni que haya obras que tenga que leer despacito, a paso lento pero seguro, primero porque no quiera que se me escape ningún detalle, y segundo porque haga falta respirar profundo para poder continuar con lo que venga. La novela que acabo de terminar es una de esas obras para gozar y sufrir a sorbitos, para quedarte pensando después de voltear la última página y admirar al autor que durante días te ha hecho viajar a otros días y otras vidas.

Nadie en esta tierra (Ediciones Destino, 2023) ha sido la última novela de Víctor del Árbol en ver la luz (según comentan los que entienden de esto, la más negra hasta la fecha). Ambientada entre Barcelona y Galicia, la trama arranca con una premisa que capta enseguida la atención del lector. El inspector de la Policía Judicial Julián Leal –suspendido del servicio y en espera de juicio por secuestrar y propinar una brutal paliza a un empresario y ciudadano "ejemplar"– vuelve a la remota aldea gallega que le vio nacer tras tres décadas de ausencia. Su vida se acerca peligrosamente a la meta debido a un cáncer de riñón y, antes de mirar a la cara a la muerte, quiere enfrentarse a un pasado que en realidad nunca ha dejado atrás. Su estancia allí y los días posteriores coinciden con la muerte de una serie de personas relacionadas con su infancia. Todos los indicios lo señalan como principal sospechoso, mucho más cuando, por inquina personal, su superior pone todo el empeño en que así sea. Su ex-compañera Virginia, quien también atraviesa un momento personal delicado, y el subinspector Soria (quien no guarda mucho aprecio a Leal) deberán investigar el caso y se darán cuenta de que... Ah, no, de eso nada. Si queréis saber, leedlo. La amistad, los remordimientos, la culpa, la traición y la lealtad, la venganza y la justicia, seran los ejes temáticos alrededor de los cuales se articula una historia donde se entrelazan el presente, el pasado y las pesadillas que el tiempo no gobierna.
 
Es indiscutible que la prosa de Víctor del Árbol es magnífica, y con esa hermosa herramienta lleva a cabo una narración efectista a lo largo de la cual le irá presentando al lector las aristas de unos personajes que están rotos por la vida, tan rotos como los sueños que albergaron en otros tiempos. No es difícil conectar con muchos de ellos a nivel emocional.  Otra de las habilidades a admirar del autor es su capacidad de crear imágenes vívidas y llenas de emoción con unas pocas palabras, sin recurrir al aspaviento ni al dramatismo excesivo. Uno de los elementos que más me ha gustado de Nadie en esta tierra es la voz del misterioso personaje que comienza a oírse en el prólogo, y que luego seguirá los pasos del protagonista y otros personajes importantes, los acompañará como una sombra, ofreciendo al lector su versión de los hechos en primera persona. Resumiendo, que no quiero que esto se alargue más de lo necesario, Nadie en esta tierra es una novela que nos hace reflexionar sobre nuestro conceptos de héroe y de villano. Puede que su ritmo no sea frenético, pero la tensión y la intensidad son tal palpables que no permiten que el interés lector decaiga. Entre sus páginas se hallan frases y fragmentos que procurar una experiencia de lectura memorable. Aquí os dejo algunos:

Cuando llueve, como llueve hoy, cuando las tardes ya se alejan hacia el otoño, es mejor no escuchar cierta música, mejor no invocar ciertos recuerdos, mejor no escribir ciertas cosas y dejar que sea el silencio el que hable de lo que debe ser callado.

Uno necesita tiempo para cometer errores y luego desear no haberlos cometido.

El mundo era un Excel, un balance donde se buscaba el equilibrio entre gasto e ingreso, entre riesgo y beneficio. Ganancias y pérdidas. No había más.

Tenía en los ojos mil lunas vistas. 

Pocos entienden que un sueño es lo que te acompaña cuando estás despierto.

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