martes, 23 de abril de 2024

El día que se perdió la cordura, de Javier Castillo


Hace unos días, en Estamos Leyendo Blog, publicaron una interesante entrevista en torno al thriller y la entrevistadora hizo una pregunta que me tuvo un rato pensando: ¿cuáles son los tres elementos clave necesarios para un buen thriller?  El entrevistado (un señor con bastante más experiencia y solera que yo en la lectura de este género) mencionó en primer lugar la tensión y el hecho de que la historia te enganche. ¿Estoy de acuerdo? Por supuesto, y una de las mejores armas para conseguir ambos es iniciar la novela de una forma tan potente que empuje al lector a seguir para averiguar qué es lo que el autor le quiere contar, qué se esconde tras el impacto de la primera escena. En la novela que acabo de terminar ocurre justamente así. 

El día que se perdió la cordura (Suma Editorial, 2018), de Javier Castillo, comienza de un modo absolutamente turbador. La noche anterior al día de Navidad, un hombre completamente desnudo y ensangrentado aparece por las calles de Boston portando la cabeza decapitada de una joven (no me negaréis que ya es motivo suficiente para quedarse pegado a las páginas y descubrir qué ha pasado). El hombre es detenido por la policía, se niega a soltar prenda de lo ocurrido y es internado en el centro psiquiátrico de la ciudad donde su salud mental deberá ser evaludada por el prestigioso Dr. Jenkins, que contará con la ayuda de la especialista en perfiles del FBI Stella Hyden. No han conseguido sacarle una palabra al "prisionero" cuando llega a las instalaciones una misteriosa caja a nombre del Dr. Jenkins que colocará a la agente Hyden al frente del interrogatorio y los embarcará a los tres en una investigación que los hará viajar diecisiete años atrás en el tiempo y volver al lugar donde comenzó todo. Intriga, ¿verdad? Pues a leerlo...

Aunque hay ciertos detalles que yo puliría un poco más, reconozco que la novela ha conseguido atraparme desde el inicio. En El día que se perdió la cordura se desarrollan tres tramas en paralelo en tres tiempos distintos. Una de ellas es con la que da comienzo el libro, otra narra lo que sucedió la noche anterior a ese acontecimiento, y la tercera nos remonta al año 1996 en Salt Lake, el origen de todo. Javier Castillo irá intercalando estas tres tramas a golpe de capítulo corto (encabezado por fecha y lugar, para que el lector no se pierda) con un lenguaje muy directo y con abundantes diálogos, logrando así una lectura ágil y fluida. Una lectura entretenida que me ha dejado con ganas de saber más. 

martes, 16 de abril de 2024

Mientras cae la lluvia, de Teresa Pérez Landa



Lluvia y amor son hijos de la misma madre. Ambos son melancolía. Ambos son inevitables. Ambos pueden calarnos hasta los huesos en el momento y el modo más inesperados. La diferencia es que del segundo no hay paraguas ni techo que nos proteja. Nada como disfrutar de una apacible tarde de lluvia tras los cristales, o dejar que nos moje y sonreír dando gracias por el regalo. Pero, ¿y si la tormenta es tan cruel y devastadora que arrasa con todo? ¿Y si acaso llueve donde algún dios prohibió que el cielo se derramara? ¿Sabéis lo que es amar a quien no debéis? ¿Sabéis lo que se siente al tenerlo/a cerca y no poder tocarlo/a? Duelen los besos huérfanos y las manos vacías como duele la tierra seca. ¿Sabéis lo que es marchitarse de tristeza y angustia y renacer al calor de un beso? ¿Subsistir día tras día y noche tras noche aferrados a la endeble esperanza de que se obre el milagro? Ojalá no lo sepáis o el tiempo se lo haya llevado a rincones donde no alcanza la memoria. Los que sí lo saben son los personajes de la novela que acabo de terminar. Lo llevan tatuado a fuego. Les llueve por dentro, y empapa tanto sus palabras como sus silencios. 

Ambientada entre la lejana Rusia y Madrid, Mientras cae la lluvia (2023), de Teresa Pérez Landa, es una historia de AMOR (así, con mayúsculas) y suspense conjugada en varios tiempos y un millón de lágrimas. Teresa y Joel Valls son una pareja de escritores cuyo matrimonio no atraviesa precisamente sus mejores horas. El declive personal de Joel parece haber llevado la relación a un punto insostenible, que se agrava cuando este recibe el encargo de escribir la biografía de la gran bailarina Tatiana Vasiliev, sueño que lleva persiguiendo durante años. Dicen que todos tenemos un Santo Grial, y Tatiana es el suyo desde que, a la edad de 10 años, lo fascinara mientras impartía una clase de baile. La ya anciana gloria de la danza le exige como condición para contarle su historia que se instale en su casa y viva allí hasta que termine de escribirla. A pesar de la insistencia de Teresa en contra, Joel no tarda en hacer la maleta y mudarse, sin ser muy consciente de que está cruzando una línea roja que no podrá ya jamás volverse de otro color. Teresa se queda sola y aturdida, y quién mejor para consolarla que Seth Brown, su editor, que bebe los vientos por ella desde que la vio por primera vez. Con estas premisas, la tormenta que se avecina no es pequeña. Ya en casa de Tatiana, la vida de Joel volverá a cruzarse con la de Natasha, su espina clavada en el corazón desde hace tres años, el catalizador de su descenso al infierno. Otra tormenta en el horizonte. Mientras tanto, Joel, Natasha y la propia Tatiana irán desgranando la vida de esta última haciendo viajar al lector a la fría y áspera Rusia de Stalin. Tatiana, Nikolay, María, un triángulo amoroso tan intenso como destructivo que oculta un misterio que pocos conocen. Dosis de sufrimiento de las que no es posible salir ileso. Una vida de guardar las apariencias mientras las heridas sangran a borbotones. Dos matrimonios. Una hija fallecida en accidente de tráfico. Conforme vaya avanzando la trama, alguno de los personajes irá haciendo descubrimientos que darán a su existencia un giro radical. Una historia de personas que aman con todas las consecuencias. 

Además del atractivo que ofrece la trama a priori, la forma de contarla de Teresa Pérez Landa escapa de los caminos convencionales por los que suele discurrir la novela y lo hace de manera tremendamente efectiva y eficiente. La narración se estructura en escenas encabezadas por el nombre del personaje o personajes que las protagonizan. A través de diálogos de una fuerza impresionante y monólogos interiores de una crudeza que a ratos te exige respirar profundo, la autora logra desde el primer instante que el lector entre de lleno en la historia y la viva, junto a los personajes, de forma muy intensa. Mientras cae la lluvia transcribe, en negro sobre blanco, un laberinto de emociones y sentimientos realistas, sin edulcorar, un laberinto donde el finísimo haz de luz de la esperanza gana la batalla al tinte fatalista que se agudiza con cada giro de la trama. Además, como toda buena obra (según mi criterio, faltaría más, así que no se me ofenda nadie), al acabarla deja un poso, un cierto sabor de boca ciertamente agridulce. Una reflexión sobre qué es en realidad el amor, y una única certeza: que amar de verdad implica desear sinceramente la felicidad del otro, incluso si las circunstancias no nos incluyen a nosotros en la foto. Lectura muy recomendable de la que os dejo unos fragmentos que me siguen lloviendo por dentro:

Nuestras miradas se cruzaron mientras caía la lluvia y fue cuando lo entendí todo, a veces las miradas son como palabras, y las palabras cárceles para nuestros sentimientos.

Tenías razón, es como una maldición, amarte es estar en un círculo que nunca se rompe. No puedo salir de él pero tú siempre estás fuera, al otro lado, donde no puedo alcanzarte.

El amor no puede explicarse. Nace y extiende sus ramas por todas las venas de mi cuerpo, se derrite dentro y pasa a formar parte de mí de tal forma que ya no puedo desprenderme del eco que has dejado en mí.

La vida es el tiempo de espera que hay entre revés y revés y nosotros los juguetes rotos que provoca.


 

jueves, 11 de abril de 2024

Un animal salvaje, de Joël Dicker

Es de sobra conocido que las apariencias en ocasiones engañan. Que el exterior de las personas y las cosas es susceptible de contribuir a generar una opinión por lo general equivocada. Hay corrientes de resaca en mares aparentemente en calma y sonrisas que disfrazan almas en ruinas. Fachadas opulentas que ocultan a la mirada indiscreta la más abyecta de las miserias. Cuando comenzamos la lectura de una novela negra, policíaca o de misterio, ya partimos de la premisa de que, muy probablemente, nada va a ser lo que parezca, pero hay autores extremadamente habilidosos que llevan el trampantojo a sus últimas consecuencias. Apariencias, engaños, medias verdades y estudiados giros argumentales son parte de la materia prima de la novela que acabo de terminar. Sí, señores, el maestro Dicker lo ha vuelto a hacer. Secuestrarme entre sus páginas y no dejarme respirar hasta haber alcanzado la última.

Un animal salvaje (Alfaguara, 2024), de Joël Dicker, salió la la venta hoy hace justo una semana, y esta lectora no ha podido resistirse a saltarse toda la cola de títulos pendientes y devorarlo con deleite. En esta ocasión, el genio suizo nos ofrece la historia de un atraco que huele a gato encerrado, con cinco personajes que sin duda sorprenderán al lector. La trama de Un animal salvaje comienza el 2 de julio de 2022 con dos individuos que van a cometer un atraco inminente en una importante joyería de Ginebra. A partir de ese momento se desliza hacia el pasado —hacia diferentes pasados, como es habitual en Dicker— y nos presenta a los personajes semanas antes de lo que ya se intuye no va a ser un vulgar robo. Dos familias que, si no se rasca la superficie, no abandonan nunca la cuadrícula que impone la norma. Un lobo solitario que reaparece en el escenario de unas vidas modélicas para desordenarlas. Mentiras, secretos, obsesiones, pasiones difíciles de satisfacer y una investigación que discurre por cauces poco o nada ortodoxos. No os voy a contar más, porque es preciso adentrarse en la obra con la mínima información posible.

En Un animal salvaje el lector se enfrentará a una lectura marcada por un ritmo trepidante, el habitual estilo dickeriano a varios tiempos y algunos giros de tuerca que tirarán por tierra las hipótesis que vayan formándose en su cabeza. Barra libre de emoción y suspense, como en todo lo que hasta la fecha he leído del mago helvético. Y una interesante reflexión sobre el amor, la pasión y las consecuencias que de ella se derivan. No podéis perderosla. Palabra de lectora.

lunes, 8 de abril de 2024

Nadie en esta tierra, de Víctor del Árbol




Aunque llevo muchos años leyendo (la bromita va ya casi para cuarenta), nunca dejará de sorprenderme el hecho de que en unas cuantas páginas puedan vivir tantas historias, tantos personajes, tantos sentimientos y tantas emociones. Tampoco deja de asombrarme la habilidad de los buenos autores que logran que me sumerja de tal forma en la historia que de vez en cuando necesite recordarme que es solo ficción. Ni que haya obras que tenga que leer despacito, a paso lento pero seguro, primero porque no quiera que se me escape ningún detalle, y segundo porque haga falta respirar profundo para poder continuar con lo que venga. La novela que acabo de terminar es una de esas obras para gozar y sufrir a sorbitos, para quedarte pensando después de voltear la última página y admirar al autor que durante días te ha hecho viajar a otros días y otras vidas.

Nadie en esta tierra (Ediciones Destino, 2023) ha sido la última novela de Víctor del Árbol en ver la luz (según comentan los que entienden de esto, la más negra hasta la fecha). Ambientada entre Barcelona y Galicia, la trama arranca con una premisa que capta enseguida la atención del lector. El inspector de la Policía Judicial Julián Leal –suspendido del servicio y en espera de juicio por secuestrar y propinar una brutal paliza a un empresario y ciudadano "ejemplar"– vuelve a la remota aldea gallega que le vio nacer tras tres décadas de ausencia. Su vida se acerca peligrosamente a la meta debido a un cáncer de riñón y, antes de mirar a la cara a la muerte, quiere enfrentarse a un pasado que en realidad nunca ha dejado atrás. Su estancia allí y los días posteriores coinciden con la muerte de una serie de personas relacionadas con su infancia. Todos los indicios lo señalan como principal sospechoso, mucho más cuando, por inquina personal, su superior pone todo el empeño en que así sea. Su ex-compañera Virginia, quien también atraviesa un momento personal delicado, y el subinspector Soria (quien no guarda mucho aprecio a Leal) deberán investigar el caso y se darán cuenta de que... Ah, no, de eso nada. Si queréis saber, leedlo. La amistad, los remordimientos, la culpa, la traición y la lealtad, la venganza y la justicia, seran los ejes temáticos alrededor de los cuales se articula una historia donde se entrelazan el presente, el pasado y las pesadillas que el tiempo no gobierna.
 
Es indiscutible que la prosa de Víctor del Árbol es magnífica, y con esa hermosa herramienta lleva a cabo una narración efectista a lo largo de la cual le irá presentando al lector las aristas de unos personajes que están rotos por la vida, tan rotos como los sueños que albergaron en otros tiempos. No es difícil conectar con muchos de ellos a nivel emocional.  Otra de las habilidades a admirar del autor es su capacidad de crear imágenes vívidas y llenas de emoción con unas pocas palabras, sin recurrir al aspaviento ni al dramatismo excesivo. Uno de los elementos que más me ha gustado de Nadie en esta tierra es la voz del misterioso personaje que comienza a oírse en el prólogo, y que luego seguirá los pasos del protagonista y otros personajes importantes, los acompañará como una sombra, ofreciendo al lector su versión de los hechos en primera persona. Resumiendo, que no quiero que esto se alargue más de lo necesario, Nadie en esta tierra es una novela que nos hace reflexionar sobre nuestro conceptos de héroe y de villano. Puede que su ritmo no sea frenético, pero la tensión y la intensidad son tal palpables que no permiten que el interés lector decaiga. Entre sus páginas se hallan frases y fragmentos que procurar una experiencia de lectura memorable. Aquí os dejo algunos:

Cuando llueve, como llueve hoy, cuando las tardes ya se alejan hacia el otoño, es mejor no escuchar cierta música, mejor no invocar ciertos recuerdos, mejor no escribir ciertas cosas y dejar que sea el silencio el que hable de lo que debe ser callado.

Uno necesita tiempo para cometer errores y luego desear no haberlos cometido.

El mundo era un Excel, un balance donde se buscaba el equilibrio entre gasto e ingreso, entre riesgo y beneficio. Ganancias y pérdidas. No había más.

Tenía en los ojos mil lunas vistas. 

Pocos entienden que un sueño es lo que te acompaña cuando estás despierto.

jueves, 4 de abril de 2024

El nido del lobo, de Gema Tacón


Como esta semana pintaba medio regular nada más ( y demasiado bien pintaba para como está saliendo), decidí apostar por lo seguro, por una lectura que, fuera del tipo que fuera, en algún momento me provocara una sonrisa cuando no una carcajada directa. A riesgo de ser reiterativa, insistente e "intensita", diré que, en ocasiones, una sonrisa nos salva de muchas cosas. Sin más dilación, lo consulté con mi asesor almohadil y lo tuvo claro: Gema Tacón. Y entonces mi TOC cronológico me susurró dulcemente al oído: taconea lo que quieras, pero por donde toca. Y no tocaba uno de risa, no, tocaba uno de muertecitos y muchos. Sin embargo, la Tacón tiene estilo propio y te ríes quieras o no, aunque estés mirando a la misma muerte a los ojos.

El nido del lobo (2018) ,de Gema Tacón, no pienso ni intentar etiquetarlo. Thriller seguro. ¿Negro? ¿Paranormal? ¿De misterio? Acabamos antes: de todo un poco. La novela está ambientada en Ochagavía, un tranquilo pueblecito del Valle de Salazar, en la sierra navarra donde se supone que todos se conocen y donde pocas cosas se salen de lo ordinario (pues menos mal). La trama comienza cuando Blanca, una gaditana treintañera cuyo destino la obliga a cambiar de aires, llega a Ochagavía a realizar sus prácticas en las "instalaciones" forenses de la localidad. Su supervisor, un buenorro de catálogo que responde al nombre de Haize. Sus primeras impresiones sobre el lugar y lo que allí percibe son ciertamente inquietantes pero ¿quién no pierde un poco el oremus la primera vez en una morgue? La primera noche que pasa en la casa que ha alquilado, Blanca será víctima de un sueño aterrador cuya protagonista es Aintzira, una joven del pueblo que murió ahogada en una cascada cercana al mismo una mañana que salió a correr. ¿No es la chica cuyo expediente estaba en la oficina y alguien hizo desaparecer? ¿Y si no ocurrió como cuentan y ese sueño significa algo? A Blanca, que no es ni un poquito cabezota (irony mode on), se le mete entre ceja y ceja desentrañar lo que considera un crimen sin resolver, incluso poniendo en riesgo su propia vida. De su salud mental ya ni hablamos, porque el tictac de un reloj la introduce siempre en un mundo de pesadillas del que su cuerpo siempre sale malparado. Secretos oscuros, aliados y enemigos simultáneos que aportan luz u oscuridad dependiendo de la página, suspense, terror y alguna escena espeluznante serán algunos de los ingredientes de esta original historia donde nada es lo que parece a primera vista. 

Con una prosa sencilla y directa, sin fuegos artificiales pero precisa en cuanto, por ejemplo, a términos técnicos, Gema Tacón le ofrece al lector en El nido del lobo una novela que engancha desde el inquietante prólogo. La autora juega muy bien con los personajes y la tensión, haciendo la lectura, ágil, amena y de una irreverencia genéticamente taconiana que tiñe de humor incluso la situación más tensa. Y que no digo nada más, que la leais y ya está.

martes, 2 de abril de 2024

La sirena roja, de Noelia Lorenzo Pino


Aquella mañana, temprano, una extraña sirena salió de las profundidades del mar...El cuerpo desnudo estaba sobre la arena y, como si se tratase de una variedad exótica de pez, todo, excepto la cabeza, estaba recubierto por una especie de tono rojizo.

La etimología de la palabra "tatuaje" procede de Tahití, una isla del archipiélago de Samoa, y deriva de la raíz "ta-" o "tattau-", que significa dibujar. Fue el capitán James Cook quien la introdujo en la lengua inglesa y de esta se extendió a otras. A lo largo de los siglos, el tatuaje ha acuñado varios significados o simbolismos. ¿Sabiaís que el origen de los tatuajes se remonta a cinco milenios atrás? Diversos descubrimientos arqueológicos demuestran que, ya en el Neolítico, el ser humano llevaba la piel tatuada, bien por razones relacionadas con lo místico, como ritos de paso, o como símbolo de lucha y ferocidad. Otras teorías apuntan a que el primer tatuaje de la historia se encuentra en el antiguo Egipto, donde las mujeres se tatuaban por motivos religiosos. Por otro lado, en la Antigua Grecia, y por herencia persa, los tatuajes eran la señal distintiva que identificaba con eficacia a esclavos y a criminales, práctica que también se adoptó en la Antigua Roma para marcar a los mercenarios de los que se nutrían sus ejércitos. Hoy en día, el tatuaje, aparte de su función simbólica (personal e intransferible) cumple, sin duda, un objetivo estético. Algunos son pura belleza, auténticas obras de arte que adornan el museo de nuestra piel. Pero, ¿qué ocurre cuando alguien se obsesiona con estas manifestaciones artísticas o con el artista que las alumbra? Que se lo pregunten a los personajes de la novela que acabo de terminar...

La sirena roja (Erein, 2015), de Noelia Lorenzo Pino, es la primera entrega de una serie de novelas que se desarrollan en San Sebastián y cuyos protagonistas son la agente de la Ertzaintza, Eider Chassereau y el sub-oficial Jon Ander Macua. La crítica de esta obra era muy buena, y lo cierto es que, para esta lectora, ha superado las expectativas. La trama se inicia con la aparición de un cadáver al que le han desollado la espalda y le han envuelto la cabeza en film transparente, cual embutido en nevera. Bajo las órdenes de la oficial Juncal Baraibar, una mujer algo estirada que parece esconder algún secreto, los ertzainas Eider y Jon Ander comenzarán entonces a investigar el caso más importante de sus carreras, que adquirirá una nueva dimensión con el hallazgo del segundo cadáver, esta vez el de una jovel a la que han arrancado la piel de los hombros. Tras hablar con la familia de esta segunda víctima, se percatarán de que el nexo común entre ambas es que les han arrancado los tatuajes, lo que les conduce hasta Lorena Artiga, la mejor tatuadora de Donosti, en cuyo entorno descubrirán una antigua denuncia de malos tratos y una orden de alejamiento. Además, para mayor complejidad, se abren otras vías de investigación relacionadas una con un grupo religioso, y otra con un pariente de Lorena que se obsesionó con ella en el pasado. Eider y Jon Ander dedicarán la mayoría de su tiempo y sus energías al caso, puesto que es el más relevante en el que se han visto inmersos, lo que, sobre todo en el caso de Eider, tendrá consecuencias sobre sus vidas personales. A Eider, que no lleva ni medio año en la Unidad de Investigación Criminal, a veces le cuesta mucho controlar sus emociones. Su compañero Jon Ander es muy distinto, por carácter y por experiencia, y en ocasiones no le importa obviar las reglas si con ello consigue que la investigación avance. 

Esta es una de las cosas que me ha encantado de La sirena roja, lo bien que retrata Noelia el lado humano de sus personajes. El lector puede sentir cierta angustia ante las dificultades que atraviesa el matrimonio de Eider: incompatibilidad de horarios, cansancio, preocupación... Además, la ertzaina cuenta con la presión añadida de haber acogido a su sobrina, una adolescente poco comunicativa hija de una hermana fallecida por sobredosis hace años. Por su parte, Jon Ander está separado de su mujer y echa mucho de menos su hogar y a su pequeño... Honestamente, durante toda la lectura he sentido que estaba siendo testigo de la historia de personas reales, de carne y hueso. Otro punto a favor de la novela es la banda sonora rockera de la misma (he buscado algunos de los temas que no conocía, y me han encantado), y el tema de los tatuajes me ha picado aún más la curiosidad (a ver si va a ser porque me acabo de hacer el primero...)

Con respecto a sus aspectos narrativos, la historia está escrita en tercera persona de forma lineal casi en su totalidad, en capítulos cortos fechados que abarcan un mes desde la aparición del primer cadáver. Alternados en la narración aparecen también pasajes en primera persona donde el lector tendrá acceso a la voz del asesino, que le desvelará fragmentos de una infancia llena de crudeza, dolor y miedo que fue modelando al monstruo en el que se ha convertido hoy. A esto hay que añadir que Noelia Lorenzo le imprime a la obra un ritmo que, sin ser para morderse las uñas, no permite que ni la intriga ni el interés del lector decaigan en ningún momento, y que su estilo sencillo y directo, donde abunda el diálogo, hace posible que la lectura avance sin más escollos. La sirena roja es, sin duda, la historia de una obsesión que no deberían perderse.