Cuando conocí a Rumpelstiltskin, dudo mucho que hubiera sabido pronunciar su nombre (cuanto menos escribirlo). Era muy pequeña, y aquel Enano Saltarín del cuento que me contaba mi madre me cayó mal enseguida. Un duendecillo aprovechado y trepa que chantajeaba a la hija de un molinero para salir del embrollo regio en el que se encontraba por culpa del bocazas de su padre. Su futuro primogénito era nada más y nada menos la prenda que exigía Rumpelstiltskin por prestar su ayuda. Cuando llegó el momento, y vino el enano a cobrar su deuda, sometió a la pobre madre a una tortura adivinatoria: tres días para averiguar su nombre y condonaría la deuda. Este antagonista por excelencia, procedente del folklore alemán y trasladado a la literatura por los Hermanos Grimm es fuente recurrente de inspiración para diversos personajes, entre ellos el "malo" de la novela que acabo de terminar.
El psicoanalista (Ediciones B, 2005) es una de las obras más leídas y aclamadas de John Katzenbach, y llevaba años en mi lista de pendientes. Su protagonista, Frederick Starks ("Ricky") disfruta de una vida sosegada instalado en una confortable rutina de psicoanalista metódico hasta que, el día de su 53 cumpleaños, su mundo da un giro insospechado al recibir una extraña carta que comienza así:
Feliz aniversario, doctor. Bienvenido al primer día de su muerte.
Dicha amenaza contiene una amenaza explícita a su vida y lo convierte en partícipe forzoso de un macabro "quién es quién". Si quiere sobrevivir, tendrá que descubrir la identidad del remitente de la carta en el plazo de quince días. Si no lo logra, se verá en la obligación de elegir entre suicidarse o ver cómo el señor R perjudica de cualquier forma la vida de sus familiares. Para averiguar el verdadero nombre de Rumpelstiltskin y salvarse a sí mismo y a su familia, tendrá que seguir ciertas pistas que tanto el señor R como sus ayudantes le irán dejando en el camino y que implicarán volver la vista hacia un pasado que no consideraba susceptible de marcar su futuro. Sin embargo, en el transcurso de esos quince días se irá desencadenando una serie de acontecimientos —ataques a sus finanzas y a su reputación y la destrucción de su hogar— que desestabilizarán al doctor Starks y le impedirán centrarse en su objetivo. La presencia quasi constante de la belleza y actitud provocadora de Virgil, personaje de reminiscencias dantescas cuyo propósito es guiarlo en su camino hacia el infierno, tampoco se lo pondrá fácil.
El psicoanalista se divide en tres partes que, en mi opinión, van de menos a más. La primera parte de la novela es quizá la que más carga psicológica comporta, y puede que la más complicada de leer. La segunda parte ya es más dinámica y curiosa porque implica cambios que el lector no esperaba y, la tercera, tensión pura y dura. Otro de los puntos fuertes de la novela es la evolución de Rick, el protagonista. Es fascinante ver cómo comienza afrontando la situación desde una perspectiva analítica y sosegada y va cambiando hacia métodos más expeditivos. En resumen, El psicoanalista es un thriller psicológico —de trama fascinante sin perder atención al detalle— que gana en fuerza conforme protagonista y lector se van adentrando en un juego siniestro donde el premio es la vida. Muy recomendable.
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