Una de las cosas que más me gustan es que me sorprendan (para bien, por supuesto). Ya sé que lo habré dicho más de una vez, pero es que es cierto. Cuando leo, notar cómo abro mucho los ojos y la boca (debe ser imagen digna de foto) mientras absorbo línea tras línea es una sensación inigualable. La obrita que acabo de terminar (novela brevísima o "cuentilargo", como lo llama su autora) es posiblemente una de las más originales que he leído hasta la fecha.
El credo de los suicidas (Editora Regional de Extremadura, 2022), de Anabel Rodríguez, como su propio título indica, trata un tema delicado y peliagudo del que pocas personas quieren hablar. Siempre es más cómodo obviar la existencia de aquellas personas que, por un motivo o por otro, deciden rendirse y dejar de remar. Anabel Rodríguez no lo hace, no mira para otro lado, y aborda el suicidio desde una perspectiva francamente peculiar. Imaginen que están ustedes alojados en un hotel. Imaginen que van caminando por el pasillo y la moqueta amortigua el sonido de unos pasos cuyo objetivo es secuestrarle. Imaginen que despiertan y descubren su nueva situación de rehén y que su secuestrador les revela lo siguiente como motivo para estar retenido: pretende suicidarse y que usted presencie su mudanza al otro barrio. Sin embargo, usted no es el testigo que el potencial suicida había previsto y pronuncia en un momento determinado una afirmación rotunda, potente, devastadora: «Procedo de una insigne familia de suicidas frustrados». El diálogo (quasi-monólogo) que a partir de ahí se establece es de lo más perturbador.
Y ya no les cuento más, que va a acabar siendo la reseña más larga que la obra. Solo les diré que está escrito con valentía e inteligencia, y lleno de reflexiones que se les quedarán dando vueltas por la mente un ratito. Alguna sonrisa también se les escapará, no crean, aunque no tengan claro si deberían sonreír o no cuando de ciertos asuntos se trata.
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