Aprendió a matar muy pronto.
Su primer muerto fue una cría de golondrina. Ella tenía unos días. Él, seis años.
De esta forma tan contundente, tan dura y tan irreversible comienza Antonio J. Ruiz Munuera La ira del insecto (Ediciones de Librería Estvdio, marzo de 2019), ganadora de la XXII Edición del Premio de Novela Corta José María de Pereda, otorgado por el Gobierno de Cantabria. Esas líneas iniciales ya permiten al futuro lector percibir la atmósfera luctuosa que envuelve los escenarios y personajes de la obra.
Ambientada en su Lorca natal (que respira y vibra como un personaje más de la novela) y recurriendo a Águilas ó Almería como escenarios esporádicos, La ira del insecto nos presenta una historia cruel y despiadada que combina personajes marginales enraizados en entornos delictivos con criminales desalmados, inhumanos y sádicos en extremo. Ruiz Munuera empieza relatándonos el luctuoso pasado de uno de sus protagonistas, Diego Quesada, para anunciarnos poco después la aparición del cadáver de su hermano en un parque público. En ese momento entra en escena el equipo policial, confirmado por Lucas Daireh, Mari Huertas y la forense Escarbajal (a Daireh y Escarbajal ya los conocimos en su novela anterior, Ojo de pez). Tanto Diego Quesada, alias Jarri (junto a su leal amigo Navajo) como los investigadores se verán obligados, unos por lealtad y otros en cumplimiento del deber, a meter las narices en un asunto turbio y peligroso donde figuran como actores principales dos antiguos miembros de la Ustacha, organización terrorista nacionalista croata basada en el racismo religioso, aliada del nazismo, formada en 1929 por Ante Pavelić. Drogas, trata de mujeres encubierta por otras actividades supuestamente lícitas, crueldad y salvajismo recalcitrantes serán pues los ingredientes de una trama que, en ocasiones, hará al lector cerrar los ojos para no seguir leyendo y respirar antes de que vuelva a doler.
Con una prosa sencilla pero muy cuidada, Antonio J. Ruiz Munuera establece un interesante (y acertado) paralelismo entre la evolución del argumento de la novela y las diferentes etapas de la vida de un insecto, que captan totalmente la atención del lector usándolas como entradilla de cada una de las partes de la obra. Otro acierto del autor en La ira del insecto es, a mi juicio, usar el humor, por ejemplo en las conversaciones del equipo policial, como contrapunto a la sordidez de la trama, regalándole al lector un balón de aire que a veces, durante la lectura, es justo y necesario. Ya no me extiendo más. Simplemente, léanla. Merece la pena.
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