Una de las preguntas más torpes que yo me hacía al comienzo era esta: ¿de verdad es posible amar a más de una persona?
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Luego todo cambió: ¿de verdad habéis sido capaces de reprimir vuestro deseo durante tanto tiempo?
Estas son algunas de las preguntas que Luna Miguel se hace en Caliente (Lumen, 2021), un ensayo repleto de intimidad y de generosidad (porque casi siempre encontramos alivio en palabras y vivencias ajenas, utilizándolas como espejos donde podríamos vernos reflejados), una obra transformadora y (parcialmente) extrapolable sobre el autoplacer femenino, el amor (en singular o en plural), el deseo y el dolor como sustancias complementarias.
En Caliente, Luna Miguel empieza contándonos cómo Antonio, padre de su hijo y su pareja (monógama) durante más de diez años, le confiesa un día que se ha enamorado de “alguien más”. En ese momento, la autora cree sufrir un desgarro profundo (de hecho, se refiere al período en que se gestó su transformación como el tiempo “en que creí que se me había roto el corazón”). Ese inmenso dolor transmutó en una especie de libertad recién descubierta, y esa libertad empezó a convertirse en deseo: comenzó a masturbarse como medicina, a adquirir artefactos eróticos y a leer compulsivamente todo lo que iba encontrando acerca del deseo femenino, el poliamor, los tabúes sexuales femeninos, la vulnerabilidad y sobre Eros (“que es, ante todo, el dios trágico”, como afirmaba Georges Bataille). Leyó, sobre todo, a mujeres que escribían sobre mujeres y sus relaciones afectivas, su sexualidad, sus necesidades, sus fantasías, etc. Este es el tema en torno al cual gira Caliente, quedando su experiencia personal y sus reflexiones como trasfondo para escribir sobre feminismo sexual, centrándose en la idea de que la libertad sexual es un ingrediente fundamental de la libertad de la mujer y alejándose de la idea rancia y obsoleta de que cuando una mujer habla de su “vulnerabilidad”, de sus fragilidades, está exhibiéndose. Y, como muestra, muchos botones: Unica Zürn, Anne Carson, Anne Sexton, Annie Ernaux, Brigitte Vasallo, Marvel Moreno, Louise Glück... nos muestran en estas páginas las posibilidades que tenemos de reconstruirnos con los pedazos de otras que se rompieron antes que nosotras, «...para hacer las paces con las mujeres que éramos cuando nos sentíamos excitadas y vulnerables, cuando sin esperarlo comenzamos a repensar el que creíamos que era nuestro inamovible sistema de afectos, cuando nos descubrimos poniendo dirección hacia lo desconocido...»
Luna Miguel nos habla de la masturbación femenina como autoconocimiento, como rebelión frente a los roles que se nos imponen desde las mohosas convenciones del tradicionalismo y el patriarcado, como reivindicación de nuestra autonomía y de nuestra libertad. Nos deja claro que nuestro(s) deseo(s) es/son únicamente nuestros y no debemos rendir cuentas ante nadie (dejando a la monogamia en una posición de clara desventaja frente al poliamor o amor plural). Que no tenemos que pedir permiso ni para disfrutar ni para sentir (entendiendo, claro, que todos los elementos de ese “sistema solar” que ella utiliza como metáfora de la relación afectiva estén de acuerdo, si no lo que tendremos será conflicto). Que las mariposas que nacen en nuestro estómago en un momento determinado no son termitas corrosivas. Que no debemos sentir vergüenza (que es la asesina de nuestro placer) ante nuestras pasiones, nuestras fantasías o nuestras apetencias:
«Quería dejar de ser la chica mala de la historia y salir a la calle con un cartel en el que pudiera leerse: “Esta es mi pasión”. Porque una pasión que no se vive en secreto es una pasión apta para generar vida, una pasión llena de oxígeno, fuerte, natural, duradera. Una pasión que no se vive en secreto es una pasión que tampoco se sufre en silencio, sino que puede verbalizarse, compartirse […] Una pasión que no se vive en secreto mantiene una llama irreductible. Una pasión que no se vive en secreto sustituye la palabra conflicto por la palabra ternura, o tal vez por entusiasmo, o quién sabe si por permanencia.»
En definitiva, una obra que me ha hecho reflexionar sobre ciertos temas que, sin poder evitarlo, me inquietan. Que me ha aportado datos que hasta el momento no conocía. ¿Sabíais vosotros que no se realizó un estudio completo de la anatomía del clítoris hasta 1995, y que entonces comenzó a llamársele “la punta del iceberg”? ¿O que los consoladores nacieron como “aliviadores portátiles” de la enfermedad denominada histeria? Que me ha abierto los ojos para enfocar mejor ciertos aspectos sobre mí misma y al tiempo me ha generado un millón de preguntas más de las que tenía antes de comenzar a leerla y ciertas conclusiones que, por supuesto, no dejaré aquí por escrito.
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