martes, 24 de noviembre de 2020

Palabras y café con escritores, Pascual García


El nombre de Pascual García entró en mis registros de manera accidental mientras buscaba en Internet qué se había dicho en cualquier parte de las obras de Rubén Castillo. Encontré críticas suyas en revistas literarias y en artículos de El Noroeste Digital, y me parecieron interesantes y, la verdad, escritas con mucho gusto (sus palabras sobre El verbo se hizo carne son, por abreviar, espectaculares). Volví a cruzarme con su nombre en mis primeras e infructuosas búsquedas de los poemarios de José Cantabella, y me quedó en la mente un regusto dulce tras leer su reseña de Poemas de Amor. Pocos días después, y sin buscarlo, me encontré con Palabras y café con escritores. Demasiadas eran ya las señales que me enviaba Calíope como para seguir contemplando las palabras de Pascual García como algo anecdótico y puramente circunstancial. Por lo tanto, adquirí el ejemplar y lo deposité, siguiendo mi propia norma, en la pila de libros “pendientes de ser leídos en un momento no muy lejano”. La semana pasada no pude resistir ya más la tentación de abrirlo, solo para echarle un vistazo, aunque tenía otras obras que, por orden cronológico de llegada al montoncito (que cada día es más montón), debería haber cogido primero... Y ya no lo pude dejar.

Las diecinueve entrevistas que integran esta obra (otro tanto que se apunta MurciaLibro) son una magnífica oportunidad para deleitarse con las perspectivas sobre la literatura, y sobre la vida en general, de autores relevantes tanto en la literatura regional murciana como, en algunos casos, en el panorama literario nacional. Honestamente, me produce sonrojo no conocer más que unos pocos nombres entre todos sus interlocutores, pero no será cuestión de autoflagelarme (o eso prefiero pensar). Huelga decir, creo, cuál ha sido la entrevista que he leído más veces (si siguen mi blog no será difícil de adivinar. Como pista, creo que calificarlo como un “animal de la palabra” es acertadísimo). Impactante ha sido, además, conocer la vocación literaria tardía del inalcanzable José Cantabella y poder percibir sencillez, humildad y amor en sus respuestas. La entrevista a Manuel Moyano me ha picado francamente la curiosidad, y en algún momento (espero que pronto) me gustaría acercarme a sus páginas. Cito solo dos de ellas para que la longitud de esta entrada no sea excesiva, pero todas las he ido disfrutando sorbo a sorbo, tanto por el contenido de las mismas como por el modo en que las articula.

Sin embargo, lo que a esta humilde (e ignorante, ay) lectora más la ha impresionado de Palabras y café con escritores ha sido el entrevistador. Su amplio y profundo conocimiento de la obra de sus entrevistados, y la amistad que lo une a muchos de ellos. La calidad con la que construye preguntas y da forma a las respuestas, salpimentándolas con sus propias reflexiones (claras, reveladoras, dulces). La modestia y la admiración que destilan sus palabras hacia el objeto de sus pesquisas. Y, sobre todo, el inconmensurable amor y la devoción por la literatura que fluyen de cada una de las 337 páginas que dan cuerpo a la obra.

Gracias, Pascual García, y gracias a Calíope por haberlo puesto en mi camino.

 

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