sábado, 19 de septiembre de 2020

IMÁGENES PROHIBIDAS DE LA BIBLIA, DE RUBÉN CASTILLO


Comienzo a escribir esta entrada en el blog con pulso titubeante, timorato e inseguro. No sé cuál será el resultado de este amago, de este intento de plasmar sobre el papel (sí, primero a mano y después aquí, ya que el teclado se niega a ayudarme) el castillo de fuegos artificiales que es mi interior ahora mismo.

Ayer por la noche concluí la lectura de la obra sobre la que versa esta entrada y no conseguí esbozar más que un manojo de balbuceos inconexos e insuficientes. Creí (ay, alma cándida) que hoy, más serena, lograría ordenar mis hilos de pensamiento de algún modo coherente, pero no. Escribo todavía a lomos de la bestia, del vórtice incontrolable- ha nacido, crece, se reproduce y espero que nunca muera- que ha hecho estallar en mil pedazos un caparazón cuya existencia desconocía.

Imágenes Prohibidas de la Biblia, un sorprendente e incendiario políptico integrado por siete relatos, extraídos directamente de la Historia Sagrada y versionados de forma magistral por el autor. Adán y Eva descubriendo el erotismo y el goce carnal gracias a la serpiente; la pérdida de la inocencia y el despertar sexual de las hijas de Lot; la felación de desagravio de Nefer; cuando el Creador te tiene reservado un dos por uno; la malevolencia de dos mujeres despechadas; la bestial orgía del pueblo elegido; el excitante y desgarrador (¡crueldad!) rito iniciático de una pareja de recién casados. No se trata solo de la originalidad del planteamiento, ni del modo en el que desafía al concepto de pecado dibujando la lujuria como valor al alza, ni la interesante perspectiva del rol femenino en sus páginas. No es solo el QUÉ, sino el CÓMO.

Es la naturalidad con la que nos guía a través de una narración turbadora donde las haya. Es la sensualidad (sin límites, sin cortapisas) que transmite, y a la que solo hace sombra el estilo del autor: sublime e irreverente, delicado y descarado, soberbio y procaz.

En definitiva, un placer, a todos los niveles y en el sentido más literal. Nunca antes había encontrado palabras, oraciones, párrafos… tan tangibles que hasta tuvieran textura, color y temperatura.

LEER Y SENTIR. NIHIL OBSTAT.

 

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